Hª 2º BACH. Tema II.- S.XVIII: La crisis del Antiguo Régimen.
Profesor: Felipe Lorenzana de la Puente.
TEMA II: LA CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN
II.1. La Ilustración Y EL REFORMISMO BORBÓNICO
II.1.1. La Ilustración española: características y representantes más significativos
La regeneración de la monarquía requería una profunda renovación política, social, económica y también de los hábitos culturales, de la actividad científica y del pensamiento. Fue una minoría de españoles (escritores, artistas, intelectuales, políticos) los que tomaron las riendas de la renovación cultural en la segunda mitad del siglo XVIII, utilizando dos armas fundamentales para combatir la decadencia española: la crítica y la razón. Se trataba de poner luces donde sólo había sombras, de ahí que se conozca a este siglo como el de la Ilustración. Los protagonistas son bien conocidos: Campomanes, Jovellanos, Goya, Feijoo, Mayans, Ustáriz, Larruga, etc. Se asiste a un florecimiento de la Literatura, la Historia, la Filología, el Derecho, el pensamiento económico y las ciencias (sobre todo la Botánica y la Química). Estamos en la época de creación de las Academias, los jardines botánicos, los museos y de la aparición de los primeros periódicos. Al contrario que en Francia, en España no fue abundante la literatura política; el absolutismo no sólo veía con malos ojos este tipo de escritos, sino que además prohibió la entrada de las obras más destacadas del pensamiento político europeo (Rousseau, Montesquieu…). Ello tuvo como consecuencia la tardía aparición en España del pensamiento liberal.La contribución del Estado a la expansión de las luces se centró en la reforma de la enseñanza. La educación se ofrecía como instrumento para posibilitar el cambio dentro del orden establecido. El panorama era desolador: las mejores escuelas estaban en manos de los jesuitas, y los métodos que se utilizaban en todos los centros eran anticuados. Poco se hizo poco en relación con la primera enseñanza, de la que se ocupaban los ayuntamientos; para la segunda enseñanza se impulsó la creación de centros de estudios, pero todavía estamos muy lejos de una educación pública y universal. La reforma de las universidades y de los colegios mayores se basó en un plan muy ambicioso, pero no llegó a aplicarse en su totalidad por lo de siempre: los costes. Por último, de la enseñanza profesional se ocuparon las Juntas de Comercio, los Consulados y las Sociedades Económicas, que organizaban estudios profesionales concretos: náutica, comercio, idiomas, taquigrafía, química, etc.
II.1.2. El Despotismo ilustrado y el reformismo borbónico
Llamamos Despotismo Ilustrado al gobierno formado por hombres cultos e instruidos que creen en la necesidad de cambiar para mejorar, pero sin renunciar al absolutismo y al centralismo como formas de gobierno. Estaban convencidos de que trabajaban por la felicidad del pueblo, para sacarlo de las tinieblas de la incultura y la superstición (de ahí lo de ilustrados), pero nunca se les ocurrió preguntarle a ese pueblo su opinión (de ahí de lo despotismo). Su lema: todo para el pueblo, pero sin el pueblo; otro lema: hagamos reformas para que todo continúe igual. Se trataba, pues, de efectuar cambios para mejorar el funcionamiento del país, pero quedando sus estructuras (absolutismo y sociedad estamental) tal y como estaban, rechazando así la vía revolucionaria, a la que temían.
Destacaron los ministros ilustrados de Carlos III y alguno de Carlos IV, aunque no siempre tuvieron la oportunidad de poner en práctica todas sus ideas reformistas: Floridablanca, Campomanes, Jovellanos, Cabarrús…Los objetivos de los gobiernos ilustrados eran hacer más eficaz la administración central y local, impulsar desde el Estado el desarrollo económico, dinamizar la sociedad dentro de los límites del orden estamental, combatir el conservadurismo de los grupos tradicionales (la nobleza y el clero), adaptarse a los cambios antes de que éstos acabasen con el Antiguo Régimen y superar el atraso científico y cultural. El afán por reformar se cortó en seco con la Revolución Francesa de 1789, pues los políticos temían que los cambios que querían introducir podían animar al país a imitar el ejemplo francés, por lo que el reinado de Carlos IV fue más conservador que el de su padre.
La política reformista se centró en los siguientes aspectos:
a- Reformas políticas: el centralismoYa vimos en el tema anterior cómo en el siglo XVIII la monarquía se hizo absoluta y centralista. Se suprimieron los fueros de la Corona de Aragón, se nombraron capitanes generales e intendentes en casi todas las provincias, se ampliaron las funciones de los corregidores y se limitaron los poderes de los ayuntamientos, se crearon nuevas audiencias, desaparecieron las Cortes de todos los reinos y se adoptó una política regalista a fin de limitar la influencia de los eclesiásticos.
b- Reforma de la HaciendaPara sufragar los gastos cada vez más elevados del Estado y poner en marcha los proyectos reformistas era necesario simplificar el sistema fiscal, compuesto de innumerables impuestos, e incrementar la recaudación. Proyectos de reforma fiscal hubo bastantes, pero al final acabaron por recaudarse los mismos impuestos de siempre, eso sí, mejorando su gestión gracias a los numerosos funcionarios despachados por Hacienda a las provincias y actuando contra la corrupción. En Castilla, el proyecto de reforma más destacado fue el de la Única Contribución, que pretendía resumir todos los impuestos en uno solo, pagando cada uno en proporción a su riqueza, pero no llegó a aplicarse por la escasa colaboración que prestaron los ayuntamientos y la resistencia de los poderosos, que temían perder sus privilegios fiscales. En la Corona de Aragón sí se pudo llevar a cabo la reforma, puesto que la supresión de sus fueros dio vía libre al Estado para hacer lo que quisiera. Se aplicaron aquí dos únicos impuestos: el real (gravaba los bienes inmuebles, pagaban todos) y el personal (gravaba el trabajo según el salario y los días trabajados; aquí no pagaban, claro, quienes no daban ni golpe: el clero y la nobleza).
c- Fomento económicoEl siglo XVIII es la época del mercantilismo en Europa, teoría económica que defiende que la riqueza de un país se basa en la cantidad de productos que es capaz de comercializar, lo cual implicaba por necesidad el incremento de la producción. Por parte del Estado se fomentó la mejora y la modernización de la producción de los distintos sectores económicos mediante una serie de medidas y la creación de ciertas instituciones:
1- Fomento de la población en áreas de escasa densidad demográfica.
2- Impulso de una reforma agraria que fuera capaz de extender la superficie cultivable y garantizar un reparto más justo de la propiedad de la tierra. A esto dedicaremos luego más espacio.
3- Creación de empresas estatales de manufacturas que fomentasen el desarrollo industrial.
4- Se mantuvo la Junta General de Comercio y se crearon los Consulados de Comercio, instituciones en las que se citaba la burguesía local, a través de las cuales defendían el libre comercio.
5- Se autorizó la creación en muchas ciudades de las Sociedades Económicas de Amigos del País. Sus miembros pertenecían a la nobleza local, al clero más ilustrado, a la burguesía y a los intelectuales. Formaban un foro de debate sobre las actuaciones que debieran llevarse a cabo para el desarrollo de la economía.
6- A finales del siglo se creó el Banco de San Carlos, antecedente del Banco de España. En principio su misión era la administración de la deuda pública, pero luego pasaría a controlar la emisión de monedas y a convertirse en un instrumento de crédito tanto para los particulares como para el Estado.
d- Reformas sociales.No fueron muchas, pero sí importantes. El gobierno intentó reducir el poderío alcanzado por la nobleza y el clero limitando su capacidad para acumular propiedades vinculadas. Se determinó que todos los oficios eran honrados, desapareciendo las prohibiciones de quienes ejercían oficios manuales para disfrutar de cargos públicos y honores. Sin embargo, no hubo cambios importantes en relación a los grupos marginados, como los pobres, los esclavos y los gitanos; para ellos todo continuó igual o peor.
En conclusión, se trataba de aplicar cambios coyunturales o reformas, y no cambios estructurales o revoluciones. Los gobernantes no pretendían modificar las raíces del Antiguo Régimen, sino modernizarlas para hacer un país más eficiente. No obstante, la mayoría de los proyectos reformistas fracasaron o sus efectos fueron muy superficiales. En definitiva, el siglo XVIII apenas cambió a España. La nueva época se abrirá en el siglo siguiente, el XIX, cuando casi toda Europa está metida de lleno en las Revoluciones Burguesas
II.2. EL CRECIMIENTO DEMOGRÁFICO Y ECONÓMICO. LOS GRUPOS SOCIALES.
II.2.1. EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN EN EL SIGLO XVIII.El pensamiento económico imperante en este siglo establecía que la fortaleza de un país se medía por su capacidad productiva y por su número de habitantes. Todos los gobiernos europeos iniciaron una política de fomento de la población, que en España se concretó en el afán por repoblar áreas desertizadas (como Sierra Morena) y fundar nuevas poblaciones en zonas de interés agrario y comercial. El número de habitantes se incrementó en 3 millones a lo largo del siglo, superándose los 10 millones de almas al finalizar el mismo. Ello fue posible por el mantenimiento de unas tasas de natalidad muy elevadas (típico en un país que continuaba siendo eminentemente rural, donde era necesaria la mano de obra) y el descenso de la mortalidad catastrófica (menos epidemias, hambrunas y guerras), de la mortalidad infantil y de la emigración a América. Se inicia así el tránsito del ciclo demográfico antiguo al moderno. El aumento demográfico, no obstante, fue más notable en las zonas periféricas que en Castilla, confirmándose la tendencia iniciada ya en el siglo anterior.
II.2.2. LOS GRUPOS SOCIALES.La política de reformas inició la lenta transformación de la estructura de la sociedad española, que se encaminaba hacia una sociedad de clases, donde el dinero establecía a cada uno en el escalafón correspondiente. La nobleza y el clero siguieron siendo los grupos dominantes, puesto que disponían de la propiedad del bien más preciado, la tierra, pero ahora se sienten amenazados por los cambios y se convierten en defensores a ultranza del orden tradicional. La iglesia se sentía amenazada por el regalismo y la nobleza veía cómo se recortaban poco a poco sus privilegios: apenas quedaba rastro de su antigua exención fiscal, se limitó la erección de nuevos mayorazgos, ya no tenían empleo seguro como funcionarios del Estado, etc… pero fue aún más importante la nueva concepción que la gente tenía de la nobleza: ya no bastaba la posesión de un título (accesible a cualquiera que tuviera dinero), sino que el ser noble había que demostrarlo mediante las virtudes personales, el dinero, el servicio al Estado e incluso el trabajo. Se acabó la época de los nobles pobres y de los nobles ociosos.El campesinado: la mayoría eran jornaleros sin muchos recursos; apenas experimentaron cambios, si bien los que habían podido conseguir algunos ahorros accedieron a algunas de las propiedades municipales y eclesiásticas que se repartieron a finales de siglo. La reforma agraria llevada a cabo por los gobiernos de Carlos III y Carlos IV no introdujo cambios radicales en el régimen de propiedad, aunque sí propició el cultivo de nuevas extensiones, con lo que los puestos de trabajo se incrementaron.Las clases urbanas eran más activas, sobre todo la burguesía, que resurge tímidamente tras la profunda depresión del siglo XVII. Las ciudades con mayor concentración burguesa eran los grandes centros mercantiles de Barcelona, Cádiz (quien sustituyó a Sevilla como puerto con América), Santander, Bilbao o La Coruña, con lo que se completa el cambio de tendencia iniciado en el siglo XVII: el centro del país, Castilla, antaño el área más dinámica, pierde posiciones con respecto a la periferia. En cuanto al artesanado, su profesión se dignifica al reconocerse la honorabilidad de los trabajos manuales y los gremios pierden la fuerza que antes tenían.Los sectores marginados (pobres y gitanos, estos últimos componían la única minoría étnica que quedaba) no gozaron ahora de mayores ventajas que antes, y en lugar de ser integrados en la sociedad mediante políticas de asimilación, se decidió la solución más fácil: la represión. Los gitanos, en especial, no encajaban en la filosofía de los ilustrados, con su nomadismo y sus costumbres diferentes. Diversas normativas reales se encaminaron a prohibir su habla, sus trajes y sus bailes, al tiempo que se les obligaba a fijar su residencia en algún sitio y tener oficio conocido. Se culminaba de esta manera una persecución secular contra el pueblo gitano, que condujo a miles de ellos a las galeras, al destierro y a la marginación social.
II.2.3. AGRICULTURA Y POLÍTICA AGRARIA DE LOS BORBONES
a- La producción agrícolaEl campo seguía ocupando al 80 % de la población activa. Al crecer la población y la necesidad de producir más alimentos, hubo un notable incremento de la producción agrícola, lo que se consiguió gracias a las nuevas roturaciones de terrenos incultos (bosques, pantanos), al descenso de las tierras dedicadas a pastos, a la aplicación de planes de regadío (Canal Imperial de Castilla, Canal de Aragón, huerta murciana), a la política de nuevas poblaciones, etc. El aumento de los precios de los productos del campo y la liberalización de las tasas del grano lograron aumentar las ganancias de los propietarios. Los instrumentos de trabajo y los cultivos no sufrieron grandes cambios, si exceptuamos la generalización de los mulos como animales de tiro, en vez de los bueyes, la lenta expansión de la patata y el maíz, y la política gubernamental encaminada a aumentar la extensión de los cultivos industriales. No obstante, las crisis de subsistencias no desaparecieron. El llamado Motín de Esquilache de 1766, el más grave de todos los ocurridos hasta entonces, convenció a las autoridades de que la única forma de terminar con el desabastecimiento era impulsar una reforma agraria.
b- La propiedad de la tierra en el Antiguo RégimenLa propiedad de la tierra estaba en manos de los de siempre: la nobleza, el clero, los municipios y la llamada burguesía agraria, es decir, los nuevos propietarios que habían invertido en la adquisición de tierras el dinero obtenido en otras actividades. La mayor parte de las propiedades eran amortizadas o vinculadas, esto es, no podían venderse ni dividirse, aunque sí arrendarlas o imponer créditos sobre ellas. Estas tierras estaban generalmente mal cultivadas porque sus dueños sólo se preocupaban de obtener los alquileres y poco hacían por mejorar los rendimientos. Las tierras de la nobleza eran los mayorazgos, que se transmitían de generación en generación; las de la iglesia procedían de donaciones y se conocían como la mano muerta; por su parte, los municipios eran los mayores propietarios del país: sus tierras podían ser de propios (las que se alquilan), comunes (las que se reparten entre los vecinos) y egidos (tierras improductivas o que no podían cultivarse: montes, dehesas, etc.). Frente a ellos se situaba una mayoría de trabajadores que laboraban las tierras en calidad de arrendatarios (quienes pagaban una renta por la cesión de una propiedad, que podía ser de por vida e incluso por varias generaciones, lo que se conocía como enfiteusis) o jornaleros (trabajaban a cambio de un jornal). Sus condiciones de vida eran muy precarias, sobre todo las de los jornaleros, quienes sólo trabajaban una parte del año.Buena parte de las propiedades no se cultivaban, sino que se dedicaban a pasto, puesto que la cabaña ganadera, sobre todo la ovina, era abundante. Además, la Mesta, la organización de ganaderos trashumantes, conservaba sus viejos privilegios que impedían, por ejemplo, que dichas tierras pudiera dedicarse al cultivo. Extremadura fue la provincia española más afectada, puesto que era el destino preferido de los trashumantes y sus mejores tierras, que podían haberse cultivado y abastecer a una población muy necesitada, estaban destinadas forzosamente a pasto.
c- Los intentos de una reforma agrariaEl panorama, pues, era desolador: la agricultura no rendía lo suficiente por culpa del sistema de propiedad de la tierra, la producción apenas daba para cubrir las necesidades de una población creciente, los campesinos no eran propietarios de las tierras que trabajaban, muchas propiedades no podían cultivarse por estar destinadas a monte o a pasto y algunas provincias como Extremadura estaban, por culpa de todo ello, en la miseria. Se hacía necesaria una reforma agraria, y en ella se aplicaron políticos como Campomanes, Floridablanca, Jovellanos y el abogado extremeño Vicente Paíno y Hurtado, quienes participaron en la elaboración de una ley de reforma agraria entre cuyas disposiciones más importantes se hallaron las siguientes:
1- Nuevas leyes que limitaban la creación de mayorazgos.
2- Limitación a la acumulación de tierras por la Iglesia y desamortización de algunas sus propiedades (de las cofradías, hermandades y ermitas).
3- Reparto de las tierras incultas de los municipios entre quienes pudieran ponerlas en explotación.
4- Se recortan algunos privilegios de la Mesta, por lo que muchos terrenos dedicados a pasto pasaron a ser roturados para su aprovechamiento agrícola. Estas medidas fueron muy tardías y tuvieron un alcance limitado, por lo que la situación del campo cambió poco y el problema lo heredaron los gobiernos liberales del siglo XIX, quienes llevarán a cabo una desamortización completa.
II.2.4. OTRAS ACTIVIDADES ECONÓMICAS
a- La industria: la mayor demanda de productos manufacturados (más población, más dinero, más mercado con América) halló las clásicas limitaciones estructurales (falta de inversión, de tecnología, de mano de obra especializada, exportación de materias primas) que impedían un desarrollo decidido de la industria, lo que impidió a España sumarse a la Primera Revolución Industrial que se estaba gestando en Inglaterra en la segunda mitad del siglo. Aun así, hubo algunos progresos debido al interés del Estado: impulso de los talleres artesanos en el campo, creación de importantes industrias con capital estatal (Manufacturas Reales, precedentes de las empresas públicas), promulgación de leyes que dejaban de considerar como viles los oficios manuales y una política proteccionista que limitaba las importaciones de productos extranjeros. Se favoreció la inmigración de mano de obra europea especializada en las labores industriales. Los sectores que alcanzaron mayor desarrollo fueron el textil y el metalúrgico, y las áreas más beneficiadas Cataluña y el País Vasco; las nuevas industrias, además, escapaban del control de los gremios, lo que las hacía más competitivas.
b- El comercio: contó también con el apoyo del gobierno y de las nuevas instituciones de fomento (Juntas de Comercio, Consulados, Compañías de Comercio). El sector exterior fue el principal beneficiado: aunque nuestra balanza comercial con Europa era negativa, ello se compensaba con el auge adquirido por el comercio colonial con América, abierto al fin a todos los puertos gracias a los Decretos de Libre Comercio. Se produjo, así, un notable incremento de los intercambios mercantiles, lo que generó grandes capitales que luego se invertían en la adquisición de tierras (Andalucía) o en la creación de industrias (Cataluña). El comercio interior creció poco por el penoso estado en que se hallaban las comunicaciones y por la escasa demanda de la población rural. Algunas mejoras se llevan a cabo con la ampliación de las vías de comunicación (se establece la disposición radial de los caminos reales, que parten de la Puerta del Sol de Madrid) y la supresión de muchas aduanas interiores.
II.3. EXTREMADURA EN EL SIGLO XVIII. ASPECTOS ECONÓMICOS, DEMOGRÁFICOS Y SOCIALES.
La población extremeña no creció tanto como la española, no superaba el medio millón de habitantes y la densidad demográfica se situaba en torno a los 10 habitantes por kilómetro cuadrado, de las más bajas de Europa. La comarca de Plasencia y las vegas del Guadiana eran las áreas más pobladas. La única ciudad que superó los 10.000 habitantes fue Badajoz. El crecimiento vegetativo era escaso, pues aunque la natalidad era muy elevada, también lo era la mortalidad, debido a las altas tasas de mortalidad infantil, a las epidemias y a las frecuentes hambrunas.Extremadura era una provincia eminentemente rural donde las condiciones de vida eran bastante precarias. El desigual reparto de la tierra explica las fuertes desigualdades sociales, por una parte la nobleza y otros propietarios, ricamente instalados en la percepción de las rentas, y por otra parte una masa de trabajadores sin tierras (el 75% del total) que trabajaban a jornal en las propiedades de aquellos o en las parcelas que les repartían los ayuntamientos.
Aún más importante que la agricultura era la ganadería, dada la abundancia de pastos, pero su aprovechamiento lo controlaban los trashumantes de Castilla, quienes disponían a su antojo de extensísimas propiedades. La Mesta, la organización que agrupaba a los ganaderos trashumantes, era el principal obstáculo al desarrollo de la provincia: sus ovejitas de los cojones tenían paso preferente por las cañadas, cordeles y veredas, pisoteaban los campos, los propietarios no podían cercarlos ni roturar los pastizales, el precio de estos pastizales los fijaba el rey y no podían cultivarse. Por si fuera poco, los jueces que veían los muchos conflictos que provocaban los trashumantes pertenecían a la propia Mesta.
La escasa relevancia de las ciudades explica la insignificancia de los artesanos y de los burgueses, de hecho el grupo social más numeroso en los núcleos urbanos eran también los agricultores, junto a los criados. Tan sólo en localidades como Trujillo, Cáceres y Zafra se percibía cierto movimiento mercantil gracias a sus ferias anuales. La amplia frontera con Portugal, por su parte, debido a las malas relaciones con nuestros vecinos, era más una fuente de desgracias que de riqueza comercial.El problema principal era, pues, la escasa diversificación económica (predominio agrario) y las dificultades que hallaba el desarrollo de la agricultura (la actividad que podía proporcionar empleo y alimentos) por culpa de la abundancia de tierras vinculadas a nobles y los municipios. Éstos, controlados y corrompidos por la misma nobleza, se resistían a desprenderse de sus terrenos incultos para que pudieran ser cultivados, al tiempo que los mesteños se empeñaban en conservar sus privilegios, en perjuicio de la agricultura.La provincia, sin embargo, intentó que esta situación cambiase. En 1764, las ciudades con voto en Cortes contrataron al abogado de Badajoz D. Vicente Paíno y Hurtado para que demandase a la Mesta ante los tribunales reales. En apoyo de Extremadura salieron el Consejo de Castilla y la Diputación del Reino. El pleito se inició y a él se sumaron casi todas las poblaciones extremeñas, lo que constituye, sin duda, el origen del sentimiento regional. No obstante, Carlos III no quiso que la provincia ganase el litigio (lo que hubiera supuesto la desaparición de la Mesta) y obligó a las dos partes enfrentadas a llegar a una concordia. Gracias a esta concordia, y las leyes que fue decretando el Consejo de Castilla, se consiguió que la Mesta perdiese bastantes privilegios, que todas las tierras fueran declaradas a pasto y labor y que los ayuntamientos fueran obligados a desprenderse de parte de sus terrenos incultos para ser repartidos entre los campesinos que pudieran ponerlos en cultivo. La creación de la Real Audiencia de Extremadura en 1791 ayudó a que se cumpliesen estas nuevas leyes favorables a la agricultura.El resultado del pleito no sirvió para cambiar de raíz la situación del campo extremeño, pero sí constituyó un precedente importante para la aplicación de una reforma agraria más profunda en la siguiente centuria.