Hª de España-2ºBach. Tema V: Isabel II
Profesor: Felipe Lorenzana de la Puente.
TEMA V: EL REINADO DE ISABEL II (1833-1868): LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO LIBERAL
V.1. CONSTITUCIONALISMO Y ORGANIZACIÓN DEL ESTADO EN EL REINADO DE ISABEL II
V.1.1. LAS REGENCIAS DE MARÍA CRISTINA Y DE ESPARTERO (1833-1843)
Durante el reinado de Isabel II se consolida en España el modelo político liberal, abandonándose la monarquía absoluta. El proceso no fue fácil y estuvo plagado de conflictos internos en el propio movimiento liberal. La inestabilidad política y las luchas entre moderados y progresistas caracterizaron este reinado.
Al tener la reina tan sólo dos años cuando muere su padre, Fernando VII, se inicia un periodo de regencia, sistema en el cual un regente o consejo de regencia asume los poderes en nombre de la reina.
Entre 1833 y 1840 transcurre la regencia de María Cristina, madre de Isabel II, quien hubo de afrontar dos graves problemas: por un lado, el carlismo, que reclamaba el trono para el hermano de Fernando VII, Carlos María Isidro, y que había iniciado una guerra con el apoyo de los sectores absolutistas. Y por otro lado, el liberalismo, que reclamaba la democratización del país. La regente tenía que elegir entre uno de los dos para no quedar aislada. El liberalismo estaba muy dividido entre moderados y progresistas. Los primeros querían que la transición hacia el régimen liberal se hiciera despacio y sin radicalismos, y serán éstos quienes sean llamados por la regente para formar gobierno. Con Martínez de la Rosa de presidente se aprueba el Estatuto Real de 1834, una pseudo-constitución elaborada por el gobierno, no por las Cortes, que establecía una mínima apertura liberal, una forma suave de desmontar poco a poco el Antiguo Régimen. Pero los liberales progresistas consideraban insuficiente esta apertura y presionan a la regente, quien se ve obligada a entregarles el gobierno. Con Juan Álvarez de Mendizábal de presidente asistimos a dos momentos importantes: la aprobación de una nueva Constitución en 1837, que será de carácter progresista (amplias libertades, ampliación de los poderes de las Cortes, etc.) y el inicio, al fin, de la desamortización eclesiástica.
Acabada la guerra carlista con triunfo para los isabelinos o cristinos en 1839, la regente creyó llegado el momento de dar un giro moderado a la revolución abierta en 1837, pues las reformas liberales tenían escandalizada a la España más conservadora: la iglesia, la aristocracia, la alta burguesía, los propietarios… Sin embargo, los progresistas adivinan la jugada y provocan una sublevación popular que termina poniéndole a la regente las maletas en la frontera con Francia.
El general Baldomero Espartero asume la regencia entre 1840 y 1843 con el apoyo de los liberales progresistas. Es la primera vez en la historia española que un militar llega a tan elevado cargo político. Pronto acabará por enfrentarse a todos: a los moderados, que reclamaban la reforma de la Constitución progresista del 37; a los progresistas, que no aceptaban sus métodos dictatoriales y pedían la aceleración de las reformas; y a los liberales radicales (republicanos, demócratas, etc.), que aparecen ya en la vida política española, aunque aún en la clandestinidad. La conflictividad laboral en las ciudades crecía y con ella las alteraciones del orden público, que el general se encargaba de reprimir con saña, destacando, por ejemplo, el bombardeo al que sometió a Barcelona para terminar con una insurrección popular. Aislado, con medio país en pie de guerra, un militar moderado, Narváez, provocará finalmente la caída del regente y, quien se exilia en Inglaterra. Las Cortes, hartas de regentes, declaran mayor de edad a Isabelita con tan solo trece años.
V.1.2. EL REINADO DE ISABEL II:
ETAPAS (1843-1868)
A- La Década Moderada (1843-1854)La reina se identifica claramente con el sector moderado del liberalismo, al que entrega el gobierno, marginando a los progresistas. Una de las primeras medidas decisivas que toman los gobiernos moderados es la aprobación de una nueva Constitución, la de 1845, vigente hasta 1868, la cual refuerza el poder de la Corona, limita la influencia de las Cortes y reduce las libertades de los ciudadanos. Como no hay consenso entre las distintas familias liberales, se cambia de constitución cuando cambia el signo político del gobierno y así cada uno la hacía a su gusto. Durante estos diez años largos de moderantismo, los objetivos fundamentales fueron los siguientes:
– Potenciar el principio de autoridad y orden: supresión de las milicias populares, amplias facultades al ejército en materia de orden público y creación de un nuevo instituto armado: la Guardia Civil.
– Se restringe el sistema electoral, sólo votan los propietarios y los llamados “capaces” (intelectuales, funcionarios, militares, abogados, etc.). La participación del pueblo se reduce al mínimo. El gobierno interviene en las elecciones y falsifica los resultados (pucherazo) con la complicidad de las autoridades locales, todo con tal de mantener a los progresistas alejados del poder.
– Se consolida el modelo de estado centralizado. Se limitan los fueros vascos y navarros (se suprimen sus aduanas con España, por ejemplo). Diputaciones y ayuntamientos pierden autonomía y quedan como meras oficinas dependientes del gobierno central.
– Se garantizan las libertades individuales: la igualdad ante la ley, la protección de la propiedad, las libertades económicas, supresión de privilegios fiscales, etc. Aunque sin pasarse. Por ejemplo, había en teoría libertad de expresión, pero también una censura bastante rígida.
La Década moderada tampoco fue una época tranquila. La desamortización se detiene, aunque no se devuelve lo expropiado. La conflictividad laboral aumenta. La oposición y las Cortes quedan marginados, por lo que a los progresistas tan sólo les quedaba provocar una nueva insurrección popular para volver al poder. Entre los propios moderados también se aprecia una clara división entre los partidarios de entenderse con los progresistas y los que preferían pactar con el carlismo, queriendo casar a la reina con el pretendiente carlista (finalmente se casará con su primo Francisco de Asís de Borbón, aunque es dudoso que llegaran a consumar el matrimonio). El intervensionismo del ejército y de la reina provocó continuos cambios de gobierno: hasta 19 gabinetes, con presidente incluido, se sucedieron en esta etapa. Narváez estuvo en la presidencia en cuatro ocasiones distintas. El que más tiempo duró fue el extremeño Bravo Murillo, quien gobernó entre 1851 y 1852 y pretendió dar un giro todavía más conservador al gobierno, lo cual provocó tal reacción que, unido a diversos escándalos de corrupción, dejaron al moderantismo herido de muerte.
B- El Bienio Progresista (1854-1856)En junio de 1854 estalla una revolución al estilo de casi todas las de este siglo: movilizaciones políticas (en este caso protagonizadas por los progresistas), pronunciamiento militar y finalmente insurrección popular. El líder era en este caso el general Leopoldo O’Donnell, quien presentó a la reina el Manifiesto de Manzanares (redactado por Cánovas del Castillo). Reclamaban en él los revolucionarios que la reina se desprendiera de las camarillas de políticos que tanta influencia tenían sobre ella, que respetara la Constitución, que se ampliase el derecho al voto, que se extendiesen las libertades, sobre todo la de expresión, que se restaurase la milicia y que se democratizasen los ayuntamientos. La reina decide entregar el gobierno a una coalición de moderados, progresistas y demócratas, el presidente será Espartero y O’Donnell ministro de Guerra. La revolución popular se detiene y los más progresistas pronto quedarán defraudados. Lo intentarán de nuevo en 1868.No obstante, durante el Bienio se aceleran las reformas y se profundiza en la democratización de España. Los objetivos del Manifiesto de Manzanares se llevaron a la práctica, la desamortización conoce un impulso importante (sobre todo la de bienes municipales, llevada a cabo por el ministro de Hacienda Pascual Madoz), se liberaliza la economía, se propicia el desarrollo del ferrocarril y la industria y se favorece a la banca y al gran capital. Por supuesto, también se redacta una nueva Constitución de carácter progresista, aunque no hubo tiempo para aplicarla (se llama, por eso, la non nata).El gobierno del Bienio hubo de afrontar la primera gran oleada de conflictividad laboral de la historia: la carestía de la vida, las pésimas condiciones de trabajo de los obreros, los bajos salarios y el desempleo motivaron el descontento de las masas. Fue sonada la huelga general de Barcelona en 1855, que se considera el punto de partida del movimiento obrero español. El fracaso a la hora de entenderse con los trabajadores, más la hostilidad de la reina y de los moderados, más la reanimación de las revueltas urbanas provocan el fin de esta breve etapa: Espartero dimite y O’Donnell se hace cargo de la presidencia, tomando como primera medida la represión de los revoltosos.
C- Los últimos años del reinado de Isabel II. El proyecto de centro políticoLa vuelta al moderantismo con O’Donnell se hace, sin embargo, sin marginar a los progresistas. El general quiere crear un partido de centro que agrupe a las distintas familias liberales y pueda enfrentarse con más garantías al movimiento obrero y a los grupos más radicales (republicanos y demócratas). Nace, así, la Unión Liberal en 1858, que gobernará hasta 1863 en medio de un clima de estabilidad política y progreso económico: industrialización (aunque muy localizada), fomento de las obras públicas e infraestructuras del transporte, aumento de la producción agraria gracias a las desamortizaciones… El país comienza a modernizarse al fin, se acelera el crecimiento demográfico y la urbanización. En política exterior se intentan reverdecer los laureles de la etapa imperial, interviniendo el ejército en Indochina, Marruecos, México y la República Dominicana, aunque con escasos resultados positivos. La manía de los gobiernos de turno de monopolizar el poder, falsificando los resultados electorales y cabreando a las otras opciones políticas, explican el comienzo de la crisis que acabará con esta etapa y también con el reinado de Isabelita. Tras la dimisión de O’Donnell en 1863, la descomposición política se acelera: nuevo periodo de inestabilidad, se suceden siete gobiernos en sólo cinco años, con la reina haciendo y deshaciendo a su antojo. Aumenta la represión, se recortan las libertades y, para rematar, sobreviene una grave crisis agraria y financiera en 1866. El descontento popular vuelve a llenar las calles de manifestantes. En 1868, una revolución llamada La Gloriosa acaba con la monarquía, iniciándose una nueva etapa en la historia española conocida como el Sexenio Revolucionario.
X.1.3. EL CONSTITUCIONALISMO DURANTE EL REINADO DE ISABEL II
Cuatro modelos de constitución se sucedieron en los 35 años del reinado, y ninguno logró la aceptación de todos al haber sido redactados sin el consenso de los principales grupos políticos. En el siguiente cuadro exponemos las líneas principales de cada constitución:
ESTATUTO REAL | CONSTITUCIÓN DE 1837 | CONSTITUCIÓN DE 1845 | CONSTITUCIÓN DE 1854 | |
VIGENCIA | 1834-1836 | 1837-1843 | 1845-1868 | No tuvo |
NATURALEZA | Muy conservador | Progresista | Moderada | Progresista |
SOBERANÍA | Real | Compartida rey/nación | Compartida rey/nación | Nacional |
EJECUTIVO: EL GOBIERNO | Predominante: gobierna y legisla | Fuerte. Legisla con las Cortes, puede disolverlas y vetarlas | Igual que el anterior, pero aún con más poderes | Legisla con las Cortes, pero no puede vetarlas ni disolverlas |
CORTES | Bicamerales: Cámara de los próceres (nobleza, elegidos por la reina) y Cámara de los procuradores (elección popular indirecta). Función consultiva. | Bicamerales: Congreso (elección popular directa) y Senado (elección indirecta y designación real).Función legislativa | Bicamerales: Congreso (elección popular directa) y Senado (designación real).Función legislativa | Bicamerales: Congreso (elección popular directa) y Senado (elección indirecta y designación real).Función legislativa y de control del gobierno |
SUFRAGIO | Muy censitario (vota el 0’15% de la población) | Censitario: votan los mayores contribuyentes, sobre el 2% | Muy censitario: mayores contribuyentes y “capacitados” (1%) | Censitario |
DERECHOS INDIVIDUALES | No se recogen | Se recogen con amplitud | Se restringen | Se amplían |
OTROS | Ayuntamientos democráticos | Ayuntamientos democráticos |
X.2. LOS GRUPOS POLÍTICOS Y DE PRESIÓN. EL CARLISMO
X.2.1. LOS GRUPOS POLÍTICOS
Ya desde el Trienio (1820-23) se hace evidente la división en el seno del movimiento liberal, con dos facciones enfrentadas que protagonizan constantes disputas y alternancias en el gobierno durante el reinado de Isabel II y, en general, hasta la llegada de la II República en 1931: son los moderados o conservadores, que hoy llamaríamos la derecha, y los progresistas, la izquierda. Más adelante surgen los liberales radicales, situados a la izquierda de los progresistas. No son aún, al menos hasta mediados de siglo, partidos firmemente establecidos, con una organización permanente y disciplina interna, sino más bien grupos de opinión que se agrupan en las Cortes y cuentan con el apoyo de una parte de la prensa y de ciertos sectores sociales. Las tres formaciones, al ser liberales, comparten algunos principios, como son la defensa del constitucionalismo, la división de poderes, la igualdad social ante la ley, los derechos del individuo, o la participación del pueblo en el proceso político mediante el sufragio.
Las diferencias básicas en sus ideas las condensamos en el siguiente cuadro:
MODERADOS |
PROGRESISTAS |
RADICALES |
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SOBERANÍA |
Compartida rey / nación |
Nacional |
Nacional plena |
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CORONA |
Refuerzan su poder, es el factor político más decisivo |
Recortan sus atribuciones |
Reducen su papel al de árbitro entre las instituciones. Algunos defienden la República |
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CORTES |
Legislan con el rey pero carecen de capacidad de control. Bicamerales, con el Senado elegido por el monarca |
Capacidad plena para legislar y de control sobre el ejecutivo. Bicamerales, ambas cámaras por elección
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SUFRAGIO |
Censitario, restringido a los mayores contribuyentes. Desprecian a las clases media y baja |
Censitario, con ampliación gradual del derecho al voto |
Universal masculino |
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DERECHOS INDIVIDUALES |
Muy restringidos. Se centran en la defensa de la propiedad privada. Prima el principio de orden y autoridad. Censura para limitar la libertad de expresión |
Declaración de derechos amplia, sobre todo de imprenta y asociación |
Declaración de derechos amplia, sobre todo de imprenta y asociación. Piden, entre otras cosas, la extensión y gratuidad de la enseñanza primaria |
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RELIGIÓN |
Estado confesional católico |
Tolerancia |
Libertad de culto |
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FUERZAS DE SEGURIDAD |
Amplias atribuciones al ejército y a la guardia civil. Rechazan las milicias populares |
Partidarios de la milicia
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ADMINISTRACIÓN PROVINCIAL Y LOCAL |
Subsidiarias y sometidas al gobierno central |
Democráticas, con autonomía y participación activa de la ciudadanía |
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APOYO SOCIAL |
Clases altas y medio-altas, las beneficiadas por la desamortización y la revolución industrial; nobleza y alta burguesía |
Clases medias: pequeña burguesía, artesanado, funcionarios, militares medios |
Clases medias y bajas. Obreros industriales. Intelectuales |
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X.2.2. EL CARLISMO
El carlismo surge a raíz del conflicto sucesorio iniciado en los últimos años del reinado de Fernando VII; su hermano Carlos (Carlos V para sus partidarios) no acepta que una mujer, su sobrina, pueda acceder al trono y lo reclama para sí. Sus partidarios son los defensores de mantener sin alteración el Antiguo Régimen, destacando el apoyo del clero y de la aristocracia. Territorialmente, sus seguidores se hallan principalmente en las provincias del norte, sobre todo en los territorios forales navarro y vasco, pues una de las características del carlismo es la defensa de los fueros (los liberales querían quitarlos). Ideológicamente son absolutistas, foralistas, antiliberales y católicos a rabiar. Su lema es: Dios, patria, rey.
Estos modorros provocaron tres guerras civiles a lo largo del siglo. La primera transcurre entre 1833 y 1839 y se desarrolla en la mitad norte de España, aunque con algunas incursiones y apoyos en el sur; recurren a la guerra de guerrillas ante la superioridad del ejército real; el conflicto acaba con la firma del Convenio o Abrazo de Vergara entre los generales Maroto (carlista) y Espartero (realista), por el cual el gobierno se comprometía a mantener los fueros y a integrar en el ejército a los oficiales carlistas. Pero Carlos María Isidro no renuncia a sus pretensiones de ser el rey de España. En 1844 abdica a favor de su hijo Carlos Luis (Carlos VI para esta gente), quien encabeza la segunda guerra entre 1845 y 1849, reavivándose en 1860; fue un conflicto de escasa intensidad, más bien escaramuzas, que termina con la captura del pretendiente y la renuncia que hace de sus derechos. Pasan estos derechos a su hermano Juan y de aquí a su hijo Carlos (Carlos VII), y con éste se desarrolla la tercera guerra carlista entre 1872-1876, la más grave de todas, pues concitó el apoyo al carlismo no sólo de los absolutistas sino también el de todos los que estaban escandalizados por el desarrollo del Sexenio Revolucionario; además, España estaba sin rey desde 1868 y con la proclamación de la I República en 1873 la causa carlista se fortalece. Una vez derrotados, miles de carlistas inician el camino del exilio, al tiempo que los fueros del País Vasco y Navarra son, por fin, después de varios siglos vigentes, suprimidos. En lugar de los fueros, el gobierno central negocia con estos territorios un concierto económico donde se fija el cupo que ingresan a las arcas del Estado, todavía vigente en la actualidad. El carlismo subsistirá como opción política, creando un partido llamado Unión Católica, que incluso colaboró en algunos gobiernos conservadores en la época de Cánovas del Castillo. En la actualidad aún existe un candidato al trono y un partido político carlistas.
X.2.3. EL EJÉRCITO EN LA VIDA POLÍTICA ESPAÑOLA DURANTE EL SIGLO XIX
El papel del ejército español en la vida política ha sido fundamental, no sólo en el siglo XIX sino también en el XX. Ello se debe a una razón fácil de entender: el ejército alcanza un gran prestigio con el éxito obtenido en la Guerra de la Independencia (1808-1814) y en la I Guerra Carlista (1833-1839); se muestra ante la población como una institución fuerte, poderosa, jerarquizada, disciplinada, autoritaria, y además y sobre todo, armada, en contraste con unos grupos o partidos políticos débiles, desorganizados, corruptos, enredados en luchas fraticidas e incapaces muchas veces de imponer el orden en el país. El ejército interviene constantemente en la vida española: en las guerras exteriores, en los conflictos interiores, pone y depone gobiernos, los preside con frecuencia, establece el orden de las calles, actúa como árbitro entre las facciones políticas y realiza pronunciamientos que sirven para derribar o reponer regímenes políticos.
Los militares más destacados en la época de Isabel II fueron Espartero, Narváez y O’Donnell, todos los cuales llegaron a presidir el gobierno. En el Sexenio Revolucionario el papel de los militares fue decisivo tanto en su inicio (un pronunciamiento militar acabó con Isabel II) como en su final (el golpe de estado del general Pavía terminó con la experiencia republicana, y el pronunciamiento militar de Martínez Campos restauró podo después la corona en las sienes de Alfonso XII) y también en su desarrollo, alcanzando un gran protagonismo los generales Serrano (“el general bonito”, según la reina depuesta), Prim y Topete.
En el periodo de la Restauración (1874-1923), la participación de los oficiales en los gobiernos fue menor, pero el ejército se configuró como el mayor de los poderes fácticos, con capacidad de intervenir en el momento en que lo estimase oportuno. Observamos una clara evolución: si en el XIX teníamos un ejército esencialmente liberal (recordemos al coronel Riego), en el XX se muestra como una institución conservadora, cuando no fascista. Sirva como ejemplo el hecho de que las dos dictaduras habidas en el siglo pasado fueron encabezadas por militares: Miguel Primo de Rivera (1923-29) y Francisco Franco, calvillo de España (1939-1975).