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Apuntes: Tema V.2 – Geografía 2º Bach.-

 

       

IES Alba Plata (F. Cantos)

Dpto. Geografía e Historia

Felipe Lorenzana de la Puente

TEMA V.2. PROCESOS DE URBANIZACIÓN

Y SISTEMAS DE CIUDADES

 

I. EL MUNDO RURAL.

Desde un punto de vista demográfico, se consideran núcleos rurales las poblaciones con menos de 10.000 habitantes, sin bien es cierto que este criterio es discutible, por cuanto existen núcleos con claros matices rurales por encima de esa cifra, y otros con funciones urbanas que están por debajo. El Estado, por su parte, diferencia entre núcleos rurales (menos de 2.000 habitantes), semiurbanos (entre 2.000 y 10.000) y urbanos (más de 10.000). También es discutible hoy día sostener que son núcleos rurales aquellos en los que predomina el sector primario, puesto que la terciarización de la economía está llegando también a los pueblos, y en muchos de ellos es el sector terciario el que más empleo genera.

En el mundo rural tenemos que diferenciar entre poblamiento (los núcleos) y el hábitat (las viviendas). Dentro del primero existen dos tipologías: el poblamiento disperso y el concentrado.

El poblamiento disperso, en el que la casa está rodeada de explotaciones agrícolas, es frecuente en Galicia y otras comunidades del norte, donde el relieve accidentado y el predominio del minifundio favorecen este tipo de organización urbanística. Podemos hablar de una dispersión absoluta (no existen construcciones agrupadas), dispersión reducida (existen pequeñas agrupaciones de casas, formando aldeas o parroquias) y dispersión intercalar (los servicios están agrupados -iglesia, ayuntamiento, escuela, mercado- y las viviendas dispersas). Este último es el más frecuente.

El poblamiento concentrado, en el que los servicios comunes y las viviendas están agrupados, independientes pues de las explotaciones agrarias, aunque esto no excluye que existan casas de campo, es el más común en la España interior, insular y en el litoral mediterráneo. Ha experimentado ciertos cambios en la segunda mitad del siglo XX. Así, en la España interior se ha reducido la población rural y el tamaño de los núcleos ha crecido poco, incrementándose las viviendas deshabitadas (en Castilla la Vieja y Aragón, incluso, se han deshabitado pueblos enteros, especialmente los peor comunicados). Esta tendencia parece haber cambiado últimamente con la detención de la emigración, el impuso a la industria endógena (la que utiliza los recursos del entorno) y al turismo rural. En el litoral, sin embargo, el turismo y la moda de la segunda residencia, han beneficiado su crecimiento en forma de nuevas viviendas y espacios dedicados al ocio. Por último, los núcleos rurales cercanos a las ciudades más dinámicas también están creciendo por el trasvase de población urbana, que busca viviendas más económicas y un entorno menos congestionado.

El hábitat rural está constituido por las viviendas y sus dependencias. El hábitat tradicional utiliza para la construcción los materiales del entorno: la piedra (habitual en el norte y las zonas de montaña), la madera (característica en los caseríos del País Vasco y en ciertas zonas castellanas) y el barro, bien como adobe, tapial o ladrillo, típicos de la Meseta y Andalucía. Si bien existe hoy cierta preocupación por mantener el uso de estos materiales tradicionales, para que los pueblos no pierdan su tipismo y originalidad, lo cierto es que cada vez existen menos diferencias en la forma de construir entre el mundo rural y el urbano. Por razones de economía y practicidad, los nuevos materiales (el hormigón armado, las cerámicas -las típicas baldosas-, los metales, las tejas planas, etc.) se imponen por todo el país, a veces creando efectos espantosos en el conjunto: los tejados de uralita, las puertas metálicas, etc.

También el plano de la casa se va adaptando poco a poco a un modelo único, exclusivamente concebido para dar comodidades a la familia. Antes, la necesidad de acoger en casa la producción agrícola o ganadera imponía la necesidad de construir establos, graneros, almacenes, bodegas, pajares, etc. Por lo general, las viviendas de las poblaciones agrícolas crecían en anchura (por la necesidad de más espacios) y las de las poblaciones ganaderas en altura (abajo los bichos, arriba las personas).

 

•II.         EL MUNDO URBANO.

II.1. ¿Qué es una ciudad?. Existen distintos criterios para definirla:

  • F Desde el punto de vista demográfico, ya hemos dicho que son las poblaciones que superan los 10.000 habitantes, y que éste es un criterio muy discutible por no tener en cuenta otros factores ligados a la actividad económica o a las funciones que desempeña el núcleo en su entorno.
  • F Desde el punto de vista morfológico, las ciudades se caracterizan por la alta densidad constructiva, predominando los edificios adosados con distintas plantas. Sin embargo, también en los pueblos existe la edificación en altura, y en la periferia urbana, por el contrario, se tiende a la vivienda unifamiliar, es decir, la vivienda que predomina en el mundo rural.
  • F Desde el punto de vista funcional, en las ciudades apenas se da la actividad agraria, dedicándose sus habitantes a la industria y a los servicios. En teoría, el sector Primario es el dominante en las áreas rurales, pero ya hemos dicho que también aquí se tiende a la terciarización.
  • F Desde el punto de vista espacial es donde mayores diferencias hallamos entre lo rural y lo urbano. Una ciudad es, esencialmente, un núcleo con capacidad de organizar e influir en su entorno mediante sus servicios comunitarios (comercio, instituciones, transportes, educación, cultura, etc.), capacidad ésta que no tienen los núcleos rurales.

 

II.2. El proceso de urbanización.

Se llama así al fenómeno que ha desembocado en el predominio de lo urbano sobre lo rural, mediante la concentración de los habitantes, de las funciones, de los servicios y de las actividades económicas en las ciudades. Todo esto se ha desarrollado en tres fases:

A. LA URBANIZACIÓN PREINDUSTRIAL: Es la etapa que va desde el nacimiento de las ciudades en la Antigüedad hasta el inicio de la industrialización, bien entrado ya el siglo XIX. La población urbana era aún muy inferior a la rural (sólo el 10 %) y las ciudades eran, en comparación con las actuales, pequeñas, puesto que sólo una minoría superaba los 10.000 habitantes. Varios eran los criterios para levantar y hacer crecer una ciudad: concentrar los recursos económicos (sobre todo el comercio), controlar el territorio, o bien organizarlo desde el punto de vista político, religioso y administrativo. Los fenicios y griegos fueron los primeros visitantes de la península que fundaron ciudades (aunque sólo en el litoral mediterráneo), mientras que los romanos extendieron la urbanización a todo el territorio, comunicaron a las ciudades entre sí mediante una tupida red de calzadas y las dotaron de servicios e instalaciones administrativos (gobiernos regionales), militares (murallas, alcazabas) y sociales (aljibes, acueductos, teatros, etc.). Casi todas las actuales ciudades españolas provienen de la etapa romana. La crisis del Bajo Imperio en el siglo IV y las posteriores invasiones germánicas (siglos V y VI) condujeron a una desurbanización y una vuelta a la vida campestre. Los musulmanes revitalizaron algunas de las ciudades romanas, que casi se echan a perder al pasar, con el correr de los siglos, al dominio cristiano. Como sucede en toda Europa, desde el siglo XIII la reactivación económica (más monedas, más comercio) benefició a las ciudades, que experimentaron un crecimiento continuado hasta el siglo XIX, sólo interrumpido por la crisis bajomedieval (siglo XIV) y la declinación española en el siglo XVII.

B. LA URBANIZACIÓN INDUSTRIAL (mediados siglo XIX-1975). Durante esta etapa, la urbanización experimentó un gran desarrollo: el crecimiento demográfico general, el impulso recibido por ser capitales de las provincias aparecidas en 1833, la lenta pero constante instalación en ellas de industrias, el éxodo rural y la mejora de las comunicaciones fueron convirtiendo a las ciudades en las verdaderas protagonistas de la modernización de España. Por vez primera en la historia, la población urbana superaba a la población rural a la altura de 1950, diferencia que se incrementará en los años 60 coincidiendo con el desarrollismo, el baby boom y el turismo.

C. LA URBANIZACIÓN POSTINDUSTRIAL: Desde 1975, la crisis industrial primero, la paralización del éxodo rural después y la ralentización del crecimiento demográfico, por último, han abierto un nuevo panorama. España se halla ahora en una fase de menor crecimiento urbano, y dentro de pocos años pasaremos casi con seguridad a una etapa de desurbanización, puesto que la población tiende a instalarse en el extrarradio y en el entorno rural de las grandes ciudades. Algunas ya han comenzado a perder habitantes. Las chimeneas de las industrias ya no son las protagonistas de las ciudades, sino los edificios de oficinas. Es decir, que mientras la actividad industrial ha perdido peso y busca nuevos espacios y menos congestionados para instalarse, el sector terciario va ganando importancia como factor de urbanización, especialmente en Madrid, Barcelona, las áreas turísticas y en zonas del sur como Extremadura y Andalucía (donde el terciario es prácticamente la única actividad económica en las ciudades).

 

III. MORFOLOGÍA Y ESTRUCTURA DE LAS CIUDADES

La morfología es el aspecto externo de la ciudad, y la estructura su división en áreas que tienen una forma y funciones características.

La morfología depende del emplazamiento, el espacio donde se asienta la ciudad, el cual está directamente influido por la topografía y por la función dada a la ciudad. De esta forma, las ciudades militares se asientan sobre colinas y tienen una morfología muy irregular, mientras que las comerciales buscan el contacto con las vías de comunicación y presentan una forma más alargada. También depende la morfología de la situación geográfica, esto es, la necesidad de adaptarse a los accidentes del entorno: ríos, montañas, caminos, etc.

La morfología se puede estudiar desde tres niveles:

  • 1- El plano (representación a escala, o mapa, de las calles, plazas, espacios verdes y otras superficies sin construir), que a su vez puede ser irregular (sucede cuando no se planifica una ciudad, con calles estrechas y tortuosas, plazas irregulares y pocos espacios abiertos), radiocéntrico (varias calles se dirigen al centro, que a su vez está rodeado por otras vías) y ortogonal (calles dispuestas en forma de cuadrícula).
  • 2- La construcción: la disposición de los edificios conforma la trama urbana, que puede ser compacta (edificios adosados) o abierta (existen espacios libres entre los edificios). Estos edificios pueden ser colectivos (bloques) o individuales.
  • 3- Los usos del suelo: reflejan las actividades y servicios urbanos, de forma que en una misma ciudad podemos hallar espacios industriales, residenciales, de ocio, etc.

Por su parte, la estructura urbana permite diferenciar con más o menos nitidez tres partes:

1- El casco antiguo: es la parte original de la ciudad, la más antigua, la que alberga sus señas de identidad y su conjunto histórico y artístico. Sobre un plano se distingue por su posición céntrica, su trazado irregular, la construcción compacta en pequeñas manzanas, la presencia de murallas rodeándolo, o bien de una avenida circunvalatoria en su lugar. Los usos del suelo no estaban siempre diferenciados, por lo que en el mismo espacio urbano convivían artesanos, comerciantes y familias, si bien también podían existir barrios concretos para artesanos y otros para la población marginada (morerías, juderías, etc.). Cada civilización, o cada etapa de la historia, ha podido ir dejando su huella en el casco antiguo. Así, los romanos construían según un plano más o menos regular en el que destacan dos vías, una de trazado norte-sur (el cardo) y otra de trazado este-oeste (decumanus), encontrándose en una plaza central o foro (Mérida, León, Zaragoza, Tarragona, etc.). Por su parte, los musulmanes disponían la ciudad, siempre amurallada, en torno a una plaza o medina donde se hallaban la mezquita y el zoco (mercado), siendo el trazado de las calles extraordinariamente irregular. También las ciudades cristianas medievales eran muy irregulares y rodeadas por murallas. Es en el Renacimiento cuando surgen barrios más regulares al otro lado de la muralla y se abren espacios amplios para las plazas y se construyen edificios públicos (casas consistoriales -ayuntamientos-, catedrales, iglesias) y privados (palacios, conventos) de gran prestancia.

En el siglo XIX se producen varios fenómenos que alteran el casco antiguo. La desamortización liberó muchos de los amplios edificios eclesiásticos, siendo utilizados ahora para fines civiles (centros administrativos, museos, hospitales, etc.) o simplemente para abrir nuevas calles y plazas. La industria y el consiguiente aumento de la población hicieron que se superaran definitivamente los límites del casco antiguo y se abrieran grandes vías donde se instalaron las actividades comerciales, los parques y los lugares de ocio. De esta forma, el casco antiguo ha sido desplazado como centro urbano en beneficio de estos nuevos espacios. Las construcciones proliferan y se verticalizan. Los grupos sociales comienzan a ocupar diferenciadamente las distintas áreas de la ciudad: la burguesía se instala en el centro y los trabajadores en la periferia. Los negocios, que alteran los edificios para adaptarlos a sus necesidades, y los elevados costes para mantener las edificaciones más antiguas, provocan posteriormente, y sobre todo cuando las clases más adineradas se trasladen a los nuevos ensanches, el abandono y el deterioro de esta parte de la ciudad. Aunque en muchas de ellas ha permanecido en el casco antiguo buena parte de la actividad comercial, la saturación de coches y personas y la contaminación han añadido nuevos motivos de preocupación. El escaso interés que hasta hace bien poco han demostrado las autoridades hacia el patrimonio histórico ha hecho que desaparezcan o se alteren irremediablemente edificios muy representativos. En muchas ciudades, como Badajoz, el casco histórico está prácticamente irreconocible; en otras, como en Cáceres, su menor uso y su aislamiento le han salvado de la destrucción.

En la época postindustrial, desde 1975, se inician políticas de rehabilitación en aquellos cascos históricos que se han salvado de la barbarie total con el objetivo de conservarlos y también revitalizarlos. Se han peatonalizado muchas calles para evitar el tráfico y los daños que éste causa, se conceden ayudas para la rehabilitación de los edificios privados y se le dan nuevos usos culturales o comerciales a los edificios históricos para así garantizar su pervivencia.

2- EL ENSANCHE URBANO: Surgen los ensanches a mediados del siglo XIX ante la necesidad de acoger a la creciente población de las ciudades. El primer y desgraciado efecto fue el derribo de las murallas, ya inútiles ante la guerra moderna, y el segundo la aparición de planos regulares en cuadrícula, con calles más anchas que en el casco antiguo. Podemos diferenciar dos ensanches, el burgués y el industrial. El primero intentaba dar respuesta a los ideales burgueses: orden (calles rectas y anchas), higiene (se construyen las primeras redes de alcantarillado y se pavimentan las vías), calidad de vida (zonas verdes, de ocio, de paseo) y beneficio (comercios, construcción de viviendas caras); los primeros ensanches surgen en Barcelona, ideados por Ildefonso Cerdá, y en Madrid, de Carlos María de Castro. Con el tiempo, la especulación y los intereses empresariales hicieron que la superficie edificable aumentara tanto en altura como en anchura, cargándose el interior de las manzanas, ideados como espacios libres, así como las zonas verdes, ideadas para disfrute del público. Otras concepciones del ensanche urbano participaron, en el siglo XIX, de las ideas naturalistas e higienistas de la época, que valoraban los efectos positivos de la naturaleza, el sol, el aire libre y, por tanto, el acercamiento del campo a la ciudad, o de la ciudad al campo. Se idean zonas residenciales algo más alejadas del centro donde las viviendas, unifamiliares, pudieran disponer de un entorno ajardinado, amplio y cómodo. Uno de los proyectos (parcialmente llevado a la práctica) más originales fue el de la Ciudad Lineal de Madrid, de Arturo Soria.

En claro contraste con el ensanche burgués, se levantaron en las ciudades más pobladas zonas industriales y barrios proletarios. Ambos se instalaron, evidentemente, en la entonces periferia, hoy ya totalmente integrada en la trama urbana. Las zonas industriales, cerca de las estaciones de ferrocarril y de las vías que accedían a la ciudad. Los barrios proletarios, cerca de aquellos, y siempre a una prudencial distancia del ensanche burgués, donde el precio de la vivienda era prohibitivo para los trabajadores. Fueron barrios marginales levantados a toda prisa, sin planificación urbana, por lo que la superficie construida es muy densa y el trazado irregular. Las viviendas eran pequeñas y de escasa calidad. El equipamiento urbano, los transportes y los servicios comerciales, muy deficitarios.

Actualmente, el ensanche industrial ha cambiado notoriamente. Las industrias no necesitan ya la cercanía del ferrocarril y se han trasladado a polígonos industriales, más alejados de la ciudad y más atractivos por el menor coste del suelo y la disposición de buenas comunicaciones. Las zonas que ocupaban están siendo reconvertidas en nuevos barrios de viviendas y de uso público, por ejemplo la villa olímpica de Barcelona. Por su parte, los barrios proletarios han sido incorporados plenamente a la ciudad; los más cercanos a ella han visto cómo se revalorizan y mejoraban en todos los aspectos. Otros, los peor conectados, continúan en situación de marginalidad y deterioro.

3- LA ACTUAL PERIFERIA URBANA: El rápido crecimiento que experimentaron las ciudades españolas a partir de 1960 se tradujo en una aceleración (casi siempre desordenada) de la urbanización, dando lugar a la creación de grandes periferias a lo largo de las principales vías de comunicación que conducían a las ciudades. Sin embargo, hoy día la periferia no es exactamente un barrio marginal de viviendas baratas, puesto que su morfología, los grupos sociales que las habitan y los usos del suelo son muy diversos. Por lo general, encontramos en ellas:

  • a- Barrios residenciales: pueden ser de distintas clases. Por una parte, tenemos los barrios marginales de infravivienda o chabolismo, surgidos espontáneamente, sin planificación, con viviendas de autoconstrucción hechas de materiales de desecho, sin servicios básicos (agua corriente, luz eléctrica) ni equipamiento urbano, que albergan a las clases más empobrecidas, a los inmigrantes sin recursos o a los grupos que no están socialmente integrados; no son hoy tan numerosos como hace 30 años: en ocasiones, las familias han sido realojadas en otros barrios, y otros han sido reconvertidos en áreas urbanas mejor dotadas y organizadas. Por otro lado, tenemos los barrios de viviendas de promoción oficial (se crearon 400.000 entre 1940 y 1960, la mayoría con menos de 80 m2, y cuyo objetivo era proporcionar una vivienda barata a los obreros), que son muy característicos por el tipo de edificación, monótona, de materiales pobres, que ha envejecido antes de la cuenta, aunque han ido mejorando los servicios comunes y el equipamiento urbano. En tercer lugar están los polígonos de viviendas de promoción privada, algo más alejados del centro; estos barrios se planearon con carácter abierto, con boques de pisos separados entre sí o formando manzanas pequeñas, dejando de esta manera más espacios libres; el tipo de construcción es repetitivo (varios bloques idénticos) y de escasa belleza. En estos polígonos se asentaron, en principio, las clases medias. Por último, también en la periferia, están las áreas de vivienda unifamiliar y de segunda residencia, que comenzaron a proliferar en los años 80 del siglo XX gracias a los deseos de las clases medias y adineradas de alejarse de la congestión urbana y residir con más independencia y salubridad, bien en casas rodeadas de su propia parcela, bien en chalecitos adosados.
  • b- Áreas industriales: los polígonos industriales se concibieron, desde la década de 1950, como un medio de sacar las fábricas de las ciudades y proporcionar a los empresarios un suelo menos caro, más abundante y bien comunicado con las principales vías de transporte. En ocasiones, sin embargo, se construyeron de forma chapucera y se dejó que los empresarios organizasen el terreno a su manera, por lo que luego ha sido necesario llevar a cabo operaciones de rehabilitación y reparcelación para que estos polígonos puedan acoger a nuevas empresas. Últimamente han surgido nuevos espacios industriales tales como parques empresariales (oficinas) y parques tecnológicos (para industrias punta y centros de investigación).
  • c- Áreas de equipamiento: la periferia es el lugar idóneo para la ubicación de servicios de uso masivo que requieren de amplios aparcamientos y buenas comunicaciones: grandes superficies comerciales, centros escolares y hospitalarios, instalaciones deportivas, etc.

 

IV. LAS AGLOMERACIONES URBANAS.

Surgen cuando las ciudades crecen y se unen a otras ciudades o núcleos rurales. Hay distintos tipos:

  • a- El área metropolitana: es toda el área urbanizada que tiene como centro una ciudad importante, y que comprende varios municipios rurales, algunos de los cuales llega a perder su independencia y se integran totalmente en la gran ciudad (por ejemplo, Vallecas). Ésta establece una red de transportes común y proporciona trabajo y servicios a todas las poblaciones del área, las cuales, a su vez, pueden ubicar algunas actividades económicas de la gran ciudad y, desde luego, se convierte en lugar de residencia de sus trabajadores. Ambas cosas suceden por disponer de espacios más baratos y menos congestionados. De esta forma, surgen los suburbios, que pueden ser satélites (cuando presentan cierta independencia de la gran ciudad y disponen de sus propios empleos y servicios) o ciudades dormitorio (cuyos habitantes se desplazan a la gran ciudad diariamente para trabajar, aunque su vida social y familiar se organiza aquí, por ejemplo Móstoles, Alcobendas, Hospitalet, Camas). Estos suburbios tienen un estilo de vida urbana, predomina la población joven y acogen a todas las clases sociales. Ejemplos de áreas metropolitanas, desde principios del siglo XX, son Madrid, Barcelona y Bilbao.
  • b- La conurbación: es un área urbana continua creada por el crecimiento paralelo de dos o más ciudades a través de un eje de comunicación (una carretera importante, por lo general) hasta llegar a unirse. Cada municipio, sin embargo, mantiene su independencia municipal, aunque pueden tener servicios comunes como hospitales, centros de enseñanza, transportes, etc. Por ejemplo, San Sebastián de los Reyes y Alcobendas forman una conurbación con Madrid.
  • c- La región urbana: es un área urbana discontinua, donde existen varias ciudades muy próximas entre sí aunque todavía no han llegado a unirse físicamente. Por ejemplo, el centro de Asturias (Oviedo-Gijón-Mieres-Avilés).
  • d- La megalópolis: aparece cuando la urbanización alcanza una gran escala, de forma que traspasa provincias y hasta regiones. Agrupa varias áreas metropolitanas, conurbaciones y regiones urbanas. En España, el ejemplo más evidente es el litoral mediterráneo, desde Figueras hasta Cartagena.

 

V. LOS PROBLEMAS DE LAS CIUDADES ESPAÑOLAS.

Podemos clasificarlos de la siguiente manera:

  • a- Problemas de viviendas: el principal problema hoy día no es, como sucedía antes, la escasez, sino la carestía, debido al elevado precio del suelo y a la especulación; este es el motivo por el que tantos jóvenes tardan en abandonar el cómodo hogar de los padres, retrasan el matrimonio por no disponer de independencia y, finalmente, acaban endeudados para toda la vida al comprar la vivienda. Es necesario, para solucionar estos inconvenientes, un papel mucho más activo de las autoridades, quienes pueden habilitar nuevos espacios urbanizables erradicando la especulación y limitando los intereses de las empresas inmobiliarias.
  • b- Problemas de abastecimiento e infraestructuras: el consumo de agua y de energía va en aumento, en consonancia con el nivel de vida, y exige inversiones costosas tanto por parte de los poderes públicos como de las empresas que monopolizan algunos servicios, por ejemplo la electricidad, que sólo se preocupan de recaudar y no de mejorar la calidad del servicio (resultado: los apagones). En cuanto a las infraestructuras, el crecimiento horizontal de la ciudad (viviendas unifamiliares), y no en vertical, como antes sucedía, crea nuevas y más costosas necesidades: más vías públicas, más alumbrado, más mobiliario urbano, etc.
  • c- Problemas de equipamiento: son todavía muchas las áreas urbanas muy necesitadas de espacios recreativos, deportivos, culturales, sanitarios, etc. y que requiere de fuertes inversiones. No obstante, son todavía más las necesidades que, en este sentido, tienen las áreas rurales, absolutamente marginadas por los poderes públicos en relación a las áreas urbanas.
  • d- Problemas de tráfico: las necesidades de abastecer los áreas comerciales y los desplazamientos, cada vez mayores, desde el lugar de residencia al lugar de trabajo, unido a la típica mentalidad española de sacar a relucir el cochecito antes que compartirlo o usar los transportes públicos, ha intensificado el tráfico y con él los atascos, la contaminación, la necesidad de construir nuevas circunvalaciones y grandes aparcamientos, etc. En algunas grandes ciudades europeas, pero aún no es España, existen ya restricciones muy severas para el uso del automóvil particular.
  • e- Problemas ambientales: en las ciudades se crea un microclima cuyas temperaturas son más elevadas que en el entorno debido al calor que irradian el tráfico, las calefacciones y la industria; la circulación del aire, además, está dificultada por la construcción en altura. Todo esto provoca una sensación de agobio, que influye en el estado de ánimo de sus habitantes y, por supuesto, incrementa los niveles de contaminación atmosférica. Es más que habitual la estampa de la gran ciudad (y la no tan grande) cubierta por una densa capa de polvo y humo, que afecta a la salud, a las plantas y a los edificios (mal de la piedra), sobre todo con tiempo anticiclónico. Unido a ello, tenemos la contaminación acústica, a la que contribuye también la constante edificación y las frecuentes obras de mejora que se realizan en las vías públicas; España es el segundo país más ruidoso del mundo (tras Japón) y poco se hace para evitarlo. Por último, el problema de la evacuación de los residuos líquidos y sólidos alcanza en las ciudades dimensiones mastodónticas que, si no se solucionan de forma aceptable, provocan un impacto ambiental que se extiende mucho más allá de los límites físicos de la ciudad.
  • f- Problemas de marginalidad social: la ciudad crea, en mucha mayor medida que el mundo rural, un ambiente propicio para la aparición de la delincuencia, la drogadicción, la prostitución, el alcoholismo, puesto que sus habitantes están más expuestos al desempleo, el hacinamiento, la falta de relaciones sociales fluidas, el desarraigo, etc.

 

VI. EL SISTEMA DE CIUDADES.

Un sistema es un conjunto de elementos relacionados entre sí; el sistema de ciudades se compone de elementos (las ciudades) y las relaciones que se establecen entre ellas, los cuales vienen dados por su tamaño, sus funciones, su capacidad de influir en el territorio.

En cuanto al tamaño, destacan en primer lugar Madrid y Barcelona, los únicos municipios españoles que superan el millón de habitantes (sus áreas metropolitanas superan ampliamente los 3 millones), desde las cuales se produce un brusco salto hasta la tercera ciudad, Valencia, con algo más de 700.000 habitantes, aunque su área metropolitana eleva la población hasta cerca del millón y medio. Por encima del medio millón tenemos las áreas de Sevilla, Málaga, Bilbao y Zaragoza. La octava aglomeración urbana, Palma de Mallorca, no llega a los 400.000 habitantes.

Como es fácil de comprobar, en España las grandes zonas urbanas se disponen en la periferia, que rodean un interior poco urbanizado, aunque en su centro se halla la mayor aglomeración, Madrid. Forman, así, 4 ejes:

  • a- El eje septentrional: es un espacio urbano discontinuo, que comienza en el eje atlántico gallego (Vigo, A Coruña, Santiago, Ferrol) y continúa en el eje cantábrico, formado por el triángulo asturiano (Oviedo-Gijón-Avilés), Santander y el sistema urbano vasco-navarro (Vitoria, Bilbao, Baracaldo, San Sebastián, Pamplona), sin olvidar ciertas ramificaciones hacia el interior (León, Burgos, Logroño).
  • b- El eje del valle del Ebro: es un corredor de comunicaciones entre el Cantábrico y el Mediterráneo, y que tiene como gran centro urbano a Zaragoza.
  • c- El eje mediterráneo: es un espacio urbano continuo desde Girona hasta Cartagena, pasando por Barcelona, Tarragona, Castellón, Sagunto, Valencia, Alicante, Elche y Murcia).
  • d- La red urbana andaluza: se dispone a lo largo del litoral (Almería-Granada-Málaga-Algeciras-Cádiz-Jerez de la Frontera-Huelva) y del valle del Guadalquivir (Jaén-Córdoba-Sevilla)

La mayor aglomeración, Madrid, se halla, pues, en el centro de un espacio interior poco urbanizado, y alejada de los principales ejes urbanos.

En cuanto a las funciones de las ciudades españolas, se trata de definir las actividades socioeconómicas que desempeñan en su interior, pero que se extienden hacia el territorio circundante. De acuerdo a este criterio, podemos distinguir entre ciudades primarias (dependientes aún en buena parte del sector primario -agrícola y minero-, como son las ciudades andaluzas, manchegas, extremeñas, murcianas, levantinas y asturianas), secundarias (que tienen un sector industrial y de la construcción potente, como es el caso de las ciudades vascas, catalanas, asturianas y aquellas del mediterráneo e insulares donde el turismo anima sobremanera la construcción), y terciarias (especializadas en los servicios, ya comerciales, administrativos, culturales, militares, sanitarios, religiosos, turísticos, etc.). Algunos ejemplos de estas últimas son:

  • F Ciudades universitarias y culturales: Salamanca, Cáceres
  • F Ciudades de gran impronta religiosa: Santiago, Toledo
  • F Ciudades administrativas: los núcleos de pequeño tamaño que son capitales de provincia o de comunidad autónoma: Mérida, Badajoz, Ávila, Ciudad Real, etc.
  • F Ciudades turísticas: existe un amplísimo abanico donde elegir, sobre todo en los archipiélagos y en todo el litoral mediterráneo
  • F Ciudades de impronta militar: Rota, Cartagena, San Fernando, Torrejón de Ardoz
  • F Grandes centros comerciales y financieros: Madrid, Barcelona, Bilbao

 

El área de influencia urbana, esto es, la capacidad de una ciudad para organizar e influir constantemente en el territorio, es la principal característica y función que tiene una ciudad. El área será mayor cuanto más diversas y especializadas sean las funciones urbanas. De acuerdo con el modelo del geógrafo alemán Christaller, establecido en 1933, que distribuía a las ciudades en un espacio teórico hexagonal de acuerdo a su capacidad de irradiación exterior de cada una, Madrid sería el lugar central principal, cuya influencia se extiende a toda España; en la periferia se sitúan los núcleos que le siguen en influencia: Barcelona, Valencia, Sevilla, A Coruña y Bilbao, cuya influencia es interregional y, en algunos servicios, también nacional; a una distancia intermedia se hallan las ciudades de rango medio, como Zaragoza, Burgos, Granada, Murcia, con capacidad de influencia regional, y por último los núcleos de influencia comarcal (Zafra, Llerena, etc.)

Por último, la jerarquía urbana española, resultado de todas las clasificaciones anteriormente analizadas, puede establecerse a partir de las siguientes categorías:

  • a- Metrópolis: ciudades que superan los 500.000 habitantes, desempeñan funciones deversificadas y especializadas relacionadas con el sector terciario, la alta tecnología y, cada vez en menor medida, con la industria. Su área de influencia es muy amplia: nacional e interregional. Son metrópolis nacionales Madrid y Barcelona, y regionales: Valencia, Bilbao, Sevilla y Zaragoza.
  • b- Metrópolis subregionales: son ciudades como Oviedo, Murcia, Alicante, A Coruña, etc. que tienen una población entre 500.000 y 200.000 habitantes, que cuentan con servicios muy especializados y su capacidad de influencia es regional o subregional (provincial, por ejemplo), manteniendo intensas relaciones con las ciudades anteriores y las siguientes:
  • c- Ciudades medias: la mayoría son capitales de provincia cuya población gira en torno a los 50-200.000 habitantes, desempeñando funciones terciarias menos especializadas (administración, comercio, educación universitaria, sanidad) para toda una provincia.
  • d- Ciudades pequeñas o villas: tienen menos de 50.000 habitantes, con menor capacidad de especialización pero con una gran capacidad de influencia (comercial, en los transportes, en centros educativos de enseñanza secundaria, en hospitales) sobre toda una comarca.