Profesor: Felipe Lorenzana de la Puente.
TEMA XI: EL SEXENIO REVOLUCIONARIO
XI.1. La revolución y la Constitución de 1869X.1.1. Causas de la revolución
De nuevo sería un pronunciamiento militar el detonante de un cambio político en la España del siglo XIX. Esta vez ocurrió en Cádiz y pronto fue secundado por otras guarniciones militares. La diferencia es que ahora el apoyo popular y político va a ser masivo y los efectos no se van a limitar a un cambio de gobierno, sino a un cambio de régimen. Por ello hablamos de revolución: por la extensa implicación social y geográfica que tuvo el movimiento y por los cambios estructurales que produjo, o al menos que intentó producir. Los coetáneos, entusiasmados con la revolución y con las expectativas que traía, la llamaron “la Gloriosa”.
En el estallido revolucionario confluyeron varias causas políticas, ideológicas y económicas. Vamos a sintetizarlas en tres:
1- El descrédito de la monarquía, debido a su intervencionismo en la política y a la corrupción, y su identificación cada vez mayor con los sectores más conservadores.
2- La penetración en la sociedad del ideario demócrata. Con una Iglesia en decadencia a causa de las desamortizaciones, nada impedía ya que la población se fuera abriendo a las ideas democráticas y echase de menos en el régimen vigente mayores libertades.
3- La crisis agraria y financiera de 1866, que había llevado el malestar a todas las capas sociales.
En ese mismo año, los partidos de la oposición a los moderados alcanzaron un acuerdo mediante el cual lucharían por el derrocamiento de la reina y la convocatoria de una Cortes constituyentes mediante sufragio universal masculino. Las conspiraciones se sucedieron y en ellas intervino todo el arco político, desde carlistas hasta republicanos, pasando por los primeros socialistas, los progresistas, los de la Unión Liberal, e incluso miembros de la familia real. El siguiente paso fue la insurrección militar, ante la cual no pudieron hacer nada las tropas leales a Isabel II. Ésta hubo de huir a Francia, por lo que fue destronada. Se formaron juntas revolucionarias por todo el país y el control de la situación acabarán tomándolo los liberales progresistas (Sagasta, Ruiz Zorrilla) y los militares vinculados a la Unión Liberal (Serrano, Prim, Topete). Entre ellos formaron un gobierno provisional.
XI.1.2. El gobierno provisional y la regencia de Serrano
Apoyado por el ejército, las milicias populares y los sectores progresistas, este gobierno pronto se vio presionado por las juntas revolucionarias para que tomase las primeras medidas, que fueron las siguientes:
1- Ampliación de las libertades individuales (de asociación, de expresión, de enseñanza), y entre ellas la libertad religiosa. Se expulsó de nuevo a los jesuitas, se proclamó la libertad de cultos y se abolió el fuero (jurisdicción privada) de los eclesiásticos.
2- Adopción de medidas económicas encaminadas a aliviar la presión fiscal (supresión del impuesto de consumos), propiciar el crecimiento minero e industrial y beneficiar el comercio exterior (reforma de los aranceles aduaneros).
Sin embargo, el gobierno provisional se decantó por restaurar la monarquía (sin decidirse de momento por ningún rey en concreto), lo que provocó el descontento de los republicanos. Para clarificar el modelo de Estado, se convocaron elecciones a Cortes constituyentes por sufragio universal masculino a fin de que se redactase una nueva constitución, que se elabora a lo largo del año 1869. Aprobada la constitución, que también se decantó por la conservación de la monarquía, se estableció una regencia hasta tanto se encontraba un nuevo rey para España, descartándose de inmediato la continuidad de la dinastía borbónica. El general Serrano fue nombrado regente, y el también general Prim presidente del gobierno. Éste fue quien se ocupó de la misión de buscar rey, y el elegido fue Amadeo de Saboya, hijo de Víctor Manuel II de Italia; atrás quedó la candidatura del rey portugués Fernando de Coburgo, que motivó los recelos de Inglaterra y de la propia Portugal ante los temores de que se uniesen los dos reinos peninsulares. Los Saboya contaban con la ventaja añadida, y el prestigio, de que acababan de lograr la unificación de Italia y de que eran afectos al liberalismo. Amadeo, finalmente, logró una amplia mayoría entre los diputados de las Cortes y fue elegido rey de España en noviembre de 1870. Poco después fue asesinado en un atentado su más firme valedor, Prim.
XI.1.3. La Constitución de 1869
Las Cortes que elaboraron esta constitución fueron famosas por la calidad de los debates que en ella se oyeron. Los brillantes oradores pertenecían a una nueva generación de políticos llamados a ocupar en el futuro importantes responsabilidades, tales como Castelar y Canovas. En la calle, el ambiente era igualmente intenso. La revolución había mandado al baúl de los recuerdos a los moderados y dio una mayor participación y más libertades para expresarse a los ciudadanos. Con la introducción de sufragio universal masculino, todo el mundo se interesaba por la política, por conocer mejor las distintas opciones a las que podía confiar su voto. Proliferaron las tertulias, los clubes, los órganos de prensa, los mítines… Esta fue la gran conquista de la revolución; durante los seis años que duró, el pueblo pudo vivir en primera persona la democracia, de ahí que se conozca esta etapa como la del Sexenio Democrático. La constitución resultante de este ambiente político fue también la más democrática de todas las que hubo en el siglo XIX, superándose por vez primera la constitución de Cádiz de 1812. Claro que, al igual que ésta, tampoco duró mucho.
Fueron dos los asuntos más espinosos en los debates de la nueva constitución: el tipo de régimen (monarquía o república) y la cuestión religiosa. Finalmente se decidieron por una monarquía en la que los poderes del rey quedaban muy recortados. El lema que aplicaron era el siguiente: “el rey reina pero no gobierna”. El otro asunto se arregló a medias: se aceptó la libertad de culto, pero se mantendría con dinero del Estado el culto y clero católicos.
Además, la constitución de 1869 estableció los principios fundamentales del liberalismo democrático: sufragio universal, soberanía nacional, capacidad legislativa plena de las Cortes, independencia también plena del poder judicial, amplia declaración de derechos y libertades del ciudadano, etc. Se mantuvo vigente hasta el fin del sexenio, en 1874.
XI.2. El reinado de Amadeo I
Llegó a España en enero de 1871 resuelto a ser el rey constitucional que todos esperaban, pero las dificultades que se encontró fueron enormes. El primero fue la pérdida del más brillante político del sexenio y su principal apoyo, Prim. El problema más gordo fue luego el de la estabilidad política, pues los gobiernos se sucedían unos a otros (Sagasta, Serrano, Zorrilla, etc.) sin conseguir que alguno de ellos fraguase. A la debilidad interna se unía la oposición que se gestó en torno al rey. ¿Quiénes no le querían? A saber: las elites tradicionales (el clero y la nobleza), que no aceptaban un rey extranjero que, encima, había arrebatado al papa sus estados del centro de Italia al unificar Italia y que había sido nombrado por un gobierno que había terminado con los últimos privilegios de la Iglesia en España; los republicanos, por razones obvias; el movimiento obrero, que estaba en pleno auge tras la Comuna de París de 1871; y los monárquicos partidarios de los Borbones, vinculados a Cánovas del Castillo.
Además de todo ello, se desató en Cuba, colonia española, una guerra por su independencia. Como sólo faltaba que la abuela pariese, por si no había bastantes problemas reaparece el carlismo provocando la tercera guerra civil.
Harto de problemas, el rey abdicó en febrero de 1873 y las Cortes, de inmediato, proclamaron la I República. La etapa de Amadeo representa el fracaso del intento por consolidar en la España del siglo XIX una monarquía verdaderamente democrática.
XI.3. La I RepúblicaXI.3.1. Los gobiernos republicanos
La primera experiencia republicana en la historia española sólo duró 11 meses, intentando sin éxito llevar adelante los ideales de la revolución nacida en septiembre de 1868. La idea republicana no gozaba aún de suficiente raigambre en el país y, además, sus cuadros dirigentes pronto manifestaron discrepancias internas. Ahora, el motivo de división era el modelo de gobierno territorial: centralismo o federalismo. Los presidentes que tuvo la república fueron:
1- Estanislao Figueras: febrero a junio de 1873. Su propósito principal fue la constitución de unas nuevas Cortes que definieran la situación creada por la proclamación de la República. Reunido este nuevo parlamento en el mes de junio, fue nombrado un nuevo presidente:
2- Francisco Pi y Margall: junio y julio de 1873. Partidario del federalismo, presentó un proyecto de nueva constitución que dividía a España en 17 estados federados, pero los acontecimientos se precipitaron y la insurrección cantonal (federalistas radicales) iniciada en Cartagena propició su caída.
3- Nicolás Salmerón: julio a septiembre de 1873. Dio un giro conservador a la república y centró sus esfuerzos en acabar con el problema cantonal. Dimitió.
4- Emilio Castelar: septiembre de 1873 a enero de 1874. Practicó una política de autoridad encaminada a preservar el orden y la unidad del país.
XI.3.2. El cantonalismo
Los republicanos federalistas más intransigentes no esperaron a que las Cortes resolvieran la cuestión del modelo territorial para España y decidieron actuar por su cuenta. Se amotinaron en Cartagena y en otras ciudades de Levante y de Andalucía, declarándolas estados independientes con la finalidad de acelerar la formación de un estado español federal. El movimiento obrero, aún incipiente pero muy activo, acudió a apoyarles, entre ellos los anarquistas. Buena parte del país se fraccionó en pequeños estados a escala provincial, comarcal e incluso local, formando gobiernos soberanos y hasta organizando sus propios ejércitos. El ejército de la república se empleó con dureza contra las zonas insurrectas. El último cantón en caer fue Cartagena, donde el apoyo popular era importante. El cantonalismo desacreditó al movimiento federal, y de paso a la República; al mismo tiempo, robusteció el prestigio de los militares que se distinguieron en su pacificación, y ellos serán los protagonistas del nuevo cambio de régimen al avalar la monarquía de Alfonso XII.
XI.3.3. Los problemas y la crisis del Sexenio
Otros dos problemas enturbiaron el desarrollo de la República y de los dos últimos años del Sexenio: la guerra de Cuba y el carlismo. La primera había estallado en 1868; los cubanos rechazaban su condición de colonia y denunciaban la explotación a la que eran sometidos, y fueron apoyados por Estados Unidos, aunque los yankees lo que querían realmente era quedarse con la isla. Las negociaciones con los rebeldes fracasaron y la guerra se alargó durante diez años, causando enormes pérdidas humanas y materiales, lo que motivó el descontento de la población. Por su parte, el carlismo aprovechó el revuelo causado por el exilio de Isabel II y la proclamación de la República para volver a dar la vara. Las circunstancias le beneficiaron, pues muchos de los opuestos a la Revolución de 1868 se aliaron con los carlistas con tal de hacerla fracasar y volver al orden tradicional. Como en las elecciones sacaban pocos diputados, los partidarios de Carlos VII decidieron volver al campo de batalla, logrando imponerse en el norte y en el Levante. La República tampoco pudo con ellos; no serán derrotados hasta 1876.
Frente a los problemas en casa y en Cuba, la República ofrecía una imagen de debilidad y de división interna que impedía afrontarlos con firmeza. El general Pavía decidió acabar por las buenas con las Cortes republicanas disolviéndolas tras un golpe de estado. El régimen se mantuvo durante todo el año 1874 bajo la presidencia del general Serrano. Sin renunciar a los principios de la Constitución de 1869, su mandato se obsesionó por garantizar la unidad del país y concitar el apoyo de los poderes fácticos (iglesia, ejército, burguesía, liberales moderados), por lo que aplicó una política conservadora. Sin embargo, ello no impidió que esos mismos poderes se aproximaran a la idea de Cánovas del Castillo sobre el retorno de los Borbones en la figura de Alfonso, hijo de Isabel II. Su proyecto parecía ser la solución para devolver al país la calma y solucionar los problemas de orden internos y externos. Otro pronunciamiento militar, éste protagonizado por Martínez Campos en diciembre de 1874, propició la venida de Alfonso XII y con él la de una nueva etapa política que se prolongará hasta la II República (1931): la Restauración.