Profesor: Felipe Lorenzana de la Puente.
TEMA VIII: EL SIGLO XVIII
El siglo XVIII es la etapa final del período histórico conocido como el Antiguo Régimen, aquel que se sitúa entre la Edad Media y el período constitucional que se inaugura en 1812. España afronta este siglo en condiciones muy distintas a los anteriores: ha liquidado su imperio europeo y se halla necesitada de un cambio de orientación tras la profunda depresión económica y social que padeció en el siglo XVII.
vIII.1. el CAMBIO DINÁSTICO Y LAS REFORMAS POLÍTICAS Y TERRITORIALES
VIiI.1.1. LA NUEVA DINASTÍA BORBÓNICA
La muerte de Carlos II en 1700 sin dejar hijos dejaba abierta la sucesión de la monarquía española a dos sobrinos suyos: el archiduque Carlos de Habsburgo, nieto del emperador de Austria, y Felipe de Anjou, nieto del rey de Francia Luis XIV, el Rey Sol. El primero ofrecía la ventaja de no romper la línea dinástica de la Casa de Austria, a la que habían pertenecido todos los reyes españoles desde Felipe I el Hermoso (1505). El segundo permitiría establecer una alianza sólida con el país que representaba la mayor amenaza para la integridad del imperio español: Francia. Carlos II, en su testamento, se decidió (o así lo decidieron sus consejeros) por Felipe, quien se convirtió en el primer rey de la casa española de Borbón.
Los reinados que hubo entre 1701 y 1808 fueron los siguientes:
Felipe V: 1701-1724, fecha en que abdicó, y de nuevo entre 1724-1746 al suceder a su propio hijo.
Luis I: 1724, hijo del anterior, quien murió a los pocos meses de acceder al trono sin dejar herederos.
Fernando VI: 1746-1759, hijo también de Felipe V, quien muere sin hijos.
Carlos III: 1760-1788, hermano del anterior, quien ya era rey de Nápoles cuando viene a España.
Carlos IV: 1788-1808, su hijo, quien abdicó en favor de Fernando VII.
Téngase en cuenta que el único monarca con capacidad plena de gobierno durante todo su reinado fue Carlos III. Tanto Felipe V como Fernando VI murieron locos, y Carlos IV era medio tonto. A pesar de ello, este país logró sobrevivir, por lo que habrá que reconocer el mérito de los ministros, de las instituciones y del pueblo español, y relativizar la importancia que han tenido los reyes en su historia.
VIII.1.2. LA GUERRA DE SUCESIÓN Y EL TRATADO DE UTRECH
La llegada al trono de Felipe V causó una profunda división entre los españoles y entre las potencias europeas. Para quienes se oponían a él y apoyaban al archiduque Carlos, el candidato rechazado, su reinado era ilegítimo porque se había roto la línea lógica de sucesión de la Casa de Austria y porque el cambio dinástico no había sido decidido libremente por las Cortes. Se desata, de esta forma, una guerra civil (entre españoles) y al mismo tiempo una guerra internacional en la que participaron las principales potencias: es la llamada Guerra de Sucesión, que se extiende entre 1702 y 1714. Francia acudió, lógicamente, en apoyo de Felipe, y Austria en el de Carlos. Inglaterra -secular enemiga de Francia y España-, Portugal y Saboya secundaron a Austria. Estos países temían, además, que se pudieran unir las coronas de Francia y España formando así una potencia hegemónica.
En el interior de España, Castilla apoyó mayoritariamente al Borbón porque estaba deseosa de un cambio radical, encontrando en el francés el hombre ideal para propiciar un desarrollo económico similar al de Francia; pero los países de la Corona de Aragón, que ya habían iniciado cierta recuperación económica a finales del siglo XVII, temían perder sus fueros si reinaba el representante de la familia que encarnaba el absolutismo y el centralismo en Europa, los Borbones, por lo que decidieron apoyar al archiduque Carlos, quien se apresuró a prometer la conservación de sus fueros si finalmente se convertía en rey de España.
La guerra fue favorable en términos generales al archiduque hasta 1707, pero la decisiva batalla de Almansa y la caída de Valencia y Aragón comenzaron a decantar las armas hacia Felipe. Poco después, Carlos fue llamado a ocupar el trono imperial de Austria y perdió interés, como también sus partidarios, por la causa española. La victoria final fue para Felipe, pero el precio que hubo de pagar por la paz fue elevado: el Tratado de Utrech (1713) supuso la cesión a Inglaterra de Terranova (en Norteamérica), Gibraltar, Menorca (que se recuperaría a finales de siglo), la exclusividad del comercio de negros y la posibilidad de comerciar con la América española. Austria se quedaba con Flandes y la mayoría de los territorios italianos de España. Los catalanes siguieron luchando contra Felipe V hasta su derrota definitiva en 1714.
VIII.1.3. LOS DECRETOS DE NUEVA PLANTA Y LAS REFORMAS ADMINISTRATIVAS
Los decretos de Nueva Planta suprimieron los fueros de los reinos aragoneses, pero sólo fueron una parte del amplio programa de reformas políticas que los Borbones se propusieron aplicar en España. El nuevo estado del siglo XVIII tiene las siguientes características:
a- Absolutismo: Los Borbones tuvieron muchas menos trabas para gobernar que los monarcas anteriores. Del modelo de monarquía autoritaria (Castilla) y pactista (Aragón) habido durante la etapa de los Austrias pasamos ahora al modelo de monarquía absoluta en todo el país, en la que todos los poderes se concentran en el rey, se ignoran las Cortes y se recorta la autonomía de los municipios.
b- Centralismo: se pretendía acabar con las diferencias jurisdiccionales entre los reinos españoles, así como establecer un control político más rígido en todas las provincias y municipios. Felipe V sólo respetó los fueros de Navarra, que pudo conservar sus instituciones propias y otras peculiaridades. Suprimió por los Decretos de Nueva Planta los fueros de los reinos de la Corona de Aragón, en parte por represalia al haber éstos apoyado al archiduque Carlos en la Guerra de Sucesión, y en parte por la necesidad de reestructurar el Estado para que todos los reinos españoles tuvieran las mismas leyes e instituciones. Felipe V consiguió, pues, llevar a efecto casi un siglo después el proyecto de Unión de Armas del conde-duque de Olivares y acabar con la España plural o federada, herencia de los Reyes Católicos. Los decretos se expidieron en 1707 (Aragón y Valencia) y 1714 (Cataluña y Mallorca). A la supresión de sus fueros le siguió la creación de nuevas instituciones:
1- Los capitanes generales sustituyen a los virreyes y se convierten en la mayor autoridad de cada reino.
2- Se creó en cada reino una Audiencia, cuyas misiones serían la de administrar la justicia, servir de consejo a los capitanes generales (quienes eran sus presidentes) y controlar a los ayuntamientos.
3- Los ayuntamientos se ajustaron al modelo castellano; los más importantes tendrían corregidor (de rango militar), alcalde mayor (abogado) y regidores vitalicios.
4- Se suprimieron las Cortes y sus diputaciones (Generalitat en Valencia y Cataluña). Algunas ciudades obtuvieron el derecho de enviar procuradores a las Cortes de Castilla en las pocas (y casi inútiles) ocasiones en las que éstas se reunieron.
c- Modernización de la administración: Se pretendía agilizar la gestión administrativa, paralizada por una burocracia ineficaz, y combatir la corrupción. Se privilegiaron los órganos unipersonales sobre los colegiados y se reforzó aún más el control que ejercían el rey y sus ministros en todos los ámbitos. El gobierno central se reformó, de manera que los Consejos (gobierno polisinodial) perdieron importancia en beneficio de los Secretarios de Estado y del Despacho. Éstos vigilaban y coordinaban la labor de los consejos, y estaban siempre en contacto directo con el monarca. Son el antecedente de los actuales ministros.
En cuanto a la administración territorial, se aplicaron las siguientes actuaciones:
1- Creación de los intendentes, jefes políticos de cada provincia. Sus misiones eran administrar la Hacienda, impulsar las iniciativas para el desarrollo económico y coordinar la labor de los corregidores.
2- Ampliación del número de Audiencias. Eran tribunales superiores de justicia y una especie de delegación del gobierno en cada provincia. En 1791 se creó en Cáceres la Real Audiencia de Extremadura.
3- Reforzamiento de los capitanes generales. En las provincias donde existía un importante destacamento militar (como Extremadura), su presencia era aún más notoria, interfiriendo continuamente en la política y chocando a menudo con los intendentes y los corregidores.
4- Se amplía el número de corregidores y sus competencias, en perjuicio de los regidores. El ayuntamiento ve recortados sus poderes y entra en una larga decadencia de la que nunca volverá a recuperarse. Ya casi nadie quería ser regidor, pues su poder era muy limitado y estaba siempre sometido a un control asfixiante. En la segunda mitad del siglo se intentó revitalizar y popularizar los ayuntamientos con la creación de un Síndico Personero y varios Diputados del Común (de 2 a 4 por municipio), elegidos anualmente por el pueblo. Su misión era servir de portavoz popular en los plenos, una especie de defensores del pueblo.
d- Regalismo: se conoce como tal toda actuación política encaminada a fortalecer al Estado a costa de la Iglesia. Se pretendía consumar una clara separación entre la Iglesia y el Estado, haciendo a éste independiente de la política del Vaticano, así como combatir el excesivo poder que tenía el clero en la economía, la sociedad y la educación. De esta forma, se hizo lo siguiente:
1- Instauración del plácet, o Regium exequatur: los reyes se reservaban el derecho de autorizar la aplicación de las bulas y órdenes del papa en España.
2- Instauración del recurso de fuerza: derecho a apelar a los tribunales reales las sentencias de los eclesiásticos.
3- Aprobación de decretos que impedían el incremento patrimonial (adquisición de bienes inmuebles) de las manos muertas. A finales de siglo, incluso, se comenzó a desamortizar ciertos bienes eclesiásticos.
4- Expulsión en 1766 del grupo de presión más importante de la Iglesia católica en España, el que ejercía el monopolio de la enseñanza: los jesuitas.
VIII.1.4. CARLOS IV, GODOY Y LA CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN
A pesar del amplio programa de reformas llevadas a cabo, lo cierto es que España, como otros muchos países europeos, daba síntomas de decrepitud a finales del siglo. Carlos IV volvió a recuperar la figura del valido en la persona del extremeño Manuel Godoy, y ambos hubieron de afrontar un periodo crítico caracterizado por la crisis económica, las derrotas en los conflictos bélicos y la incapacidad del Estado para dar respuesta a las nuevas demandas de la sociedad, que pedía menos corrupción, más eficacia y más libertad. El estallido de la Revolución Francesa en 1789 vino a complicar las cosas. España cerró las fronteras a la propaganda revolucionaria e intentó ignorar un movimiento que se proponía desmontar una a una todas las estructuras del Antiguo Régimen: los estamentos sociales, la propiedad amortizada, la monarquía, el absolutismo…
Godoy aplicó tímidas reformas que afectaron a los intereses del clero y de la nobleza, pero fueron insuficientes y sólo sirvieron para incrementar la lista de sus enemigos, entre los que se encontraban no sólo los privilegiados, sino también los intelectuales (parte de los cuales simpatizaban con la Revolución Francesa), el príncipe Fernando y el pueblo, cuyo malestar por la falta de alimentos y el despotismo se tradujo en variados motines urbanos. En este contexto de crisis se produjo en marzo de 1808 el motín de Aranjuez, que provocó la caída de Godoy y la abdicación de Carlos IV en su hijo Fernando VII. Las circunstancias fueron aprovechadas por Napoleón para invadir España en mayo de este mismo año, iniciándose la Guerra de la Independencia.
VIII.2. EL CRECIMIENTO DEMOGRÁFICO Y ECONÓMICO. LOS GRUPOS SOCIALES.
VIII.2.1. EVOLUCIÓN DE LA POBLACIÓN EN EL SIGLO XVIII.
El pensamiento económico imperante en este siglo establecía que la fortaleza de un país se medía por su capacidad productiva y por su número de habitantes. Todos los gobiernos europeos iniciaron una política de fomento de la población, que en España se concretó en el afán por repoblar áreas desertizadas (como Sierra Morena) y fundar nuevas poblaciones en zonas de interés agrario y comercial. El número de habitantes se incrementó en 3 millones a lo largo del siglo, superándose los 10 millones de almas al finalizar el mismo. Ello fue posible por el mantenimiento de unas tasas de natalidad muy elevadas (típico en un país que continuaba siendo eminentemente rural, donde era necesaria la mano de obra) y el descenso de la mortalidad catastrófica (menos epidemias, hambrunas y guerras), de la mortalidad infantil y de la emigración a América. Se inicia así el tránsito del ciclo demográfico antiguo al moderno. El aumento demográfico, no obstante, fue más notable en las zonas periféricas, confirmándose la tendencia iniciada ya en el siglo anterior.
VIII.2.2. LOS GRUPOS SOCIALES.
La política de reformas inició la lenta transformación de la estructura de la sociedad española, que se encaminaba hacia una sociedad de clases, donde el dinero establecía a cada uno en el escalafón correspondiente. La nobleza y el clero siguieron siendo los grupos dominantes puesto que disponían de la propiedad del bien más preciado, la tierra, pero ahora se sienten amenazados por los cambios y se convierten en defensores a ultranza del orden tradicional. La iglesia se sentía amenazada por el regalismo y la nobleza veía cómo se recortaban poco a poco sus privilegios: apenas quedaba rastro de su antigua exención fiscal, se limitó la constitución de nuevos mayorazgos, ya no tenían empleo seguro como funcionarios del Estado, etc… pero fue aún más importante la nueva concepción que la gente tenía de la nobleza: ya no bastaba la posesión de un título (accesible a cualquiera que tuviera dinero), sino que el ser noble había que demostrarlo mediante las virtudes personales y el servicio al Estado. También perdió vigencia la teoría de que el trabajo era incompatible con la nobleza, de forma que la mejor demostración de la condición noble acabaría por ser, simplemente, el tener dinero.
El campesinado, con mayoría de jornaleros sin muchos recursos, apenas sufrió transformaciones, aunque los que habían podido conseguir algunos ahorros accedieron a algunas de las propiedades desamortizadas. La reforma agraria llevada a cabo por los gobiernos de Carlos III y Carlos IV no introdujo cambios radicales en el régimen de propiedad, aunque sí propició el cultivo de nuevas extensiones, con lo que los puestos de trabajo se incrementaron.
Las clases urbanas eran más activas, sobre todo la burguesía, que resurge tímidamente tras la profunda depresión del siglo XVII. Las ciudades con mayor concentración burguesa eran los grandes centros mercantiles de Barcelona, Cádiz (quien sustituyó a Sevilla como puerto con América), Santander, Bilbao o La Coruña, con lo que se completa el cambio de tendencia iniciado en el siglo XVII: el centro del país, Castilla, antaño el área más dinámica, pierde posiciones con respecto a la periferia. En cuanto al artesanado, su profesión se dignifica al reconocerse la honorabilidad de los trabajos manuales y los gremios pierden la fuerza que antes tenían.
Los sectores marginados (pobres y gitanos, puesto que ya no quedaban otras minorías étnicas) no gozaron ahora de mayores ventajas que antes, y en lugar de ser integrados en la sociedad mediante políticas de asimilación, se decidió por la solución más fácil: la represión. Los gitanos, en especial, no encajaban en la filosofía de los ilustrados, con su nomadismo y sus costumbres diferentes. Diversas normativas reales se encaminaron a prohibir su habla, sus trajes y sus bailes, al tiempo que se les obligaba a fijar su residencia y tener oficio conocido. Se culminaba de esta manera una persecución secular contra el pueblo gitano, que condujo a miles de ellos a las galeras, al destierro y a la marginación social.
VIII.2.3. LA ECONOMÍA
a- La política de fomento: el siglo XVIII es la época del mercantilismo en Europa, teoría económica que defiende que la riqueza de un país se basa en la cantidad de productos que es capaz de comercializar, lo cual implicaba por necesidad el incremento de la producción. Por parte del Estado se fomentó la mejora y la modernización de la producción de los distintos sectores económicos mediante una serie de medidas y la creación de ciertas instituciones:
1- Impulso de una reforma agraria que fuera capaz de extender la superficie cultivable y garantizar un reparto más justo de la propiedad de la tierra.
2- Creación de empresas estatales de manufacturas que fomentasen el desarrollo industrial.
3- Se mantuvo la Junta General de Comercio, creada por Carlos II. Se crearon los Consulados de Comercio, instituciones que agrupaban en las ciudades donde existieron a los sectores burgueses, a través de las cuales influían en la adopción de medidas que favorecieran el libre comercio.
4- Se autorizó la creación, en aquellas ciudades que lo solicitaron, de las Sociedades Económicas de Amigos del País. Sus miembros pertenecían a la nobleza local, al clero más ilustrado, a la burguesía y a los intelectuales. Formaban un foro de debate sobre las actuaciones que debieran llevarse a cabo para el desarrollo de la economía.
5- A finales del siglo se creó el Banco de San Carlos, antecedente del Banco de España. En principio su misión era la administración de la deuda pública, pero luego pasaría a controlar la emisión de monedas y a convertirse en un instrumento de crédito tanto para los particulares como para el Estado.
b- La agricultura: El campo seguía ocupando al 80 % de la población. Lo más significativo fue el notable incremento de la producción, consecuencia del incremento demográfico, lo que se consiguió gracias a las nuevas roturaciones de terrenos incultos (bosques, pantanos), al descenso de las tierras dedicadas a pastos, a la aplicación de planes de regadío (Canal Imperial de Castilla, Canal de Aragón, huerta murciana), a la política de nuevas poblaciones, etc. El aumento de los precios de los productos del campo y la liberalización de las tasas del grano logró aumentar las ganancias de los propietarios. Los instrumentos de trabajo y los cultivos no sufrieron grandes cambios, si exceptuamos la generalización de los mulos como animales de tiro, en vez de los bueyes, la lenta expansión de la patata y el maíz, y la política gubernamental que animó la extensión de los cultivos industriales. No obstante, las crisis de subsistencias no desaparecieron. El llamado Motín de Esquilache de 1766, el más grave de todos los ocurridos hasta entonces, convenció a las autoridades de que la única forma de terminar con el desabastecimiento era impulsar una reforma agraria.
c- La industria: la mayor demanda de productos manufacturados (más población, más dinero, más mercado con América) halló las clásicas limitaciones estructurales (falta de inversión, de tecnología, de mano de obra especializada, exportación de materias primas) que impedían un desarrollo decidido de la industria, lo que impidió a España sumarse a la Primera Revolución Industrial que se estaba gestando en Inglaterra en la segunda mitad del siglo. Aun así, hubo algunos progresos debido al interés del Estado: impulso de los talleres artesanos en el campo, creación de importantes industrias con capital estatal (Manufacturas Reales, precedentes de las empresas públicas), promulgación de leyes que dejaban de considerar como viles los oficios manuales y una política proteccionista que limitaba las importaciones de productos extranjeros. Se favoreció la inmigración de mano de obra europea especializada en las labores industriales. Los sectores que alcanzaron mayor desarrollo fueron el textil y el metalúrgico, y las áreas más beneficiadas Cataluña y el País Vasco; las nuevas industrias, además, escapaban del control de los gremios, lo que las hacía más competitivas.
d- El comercio: contó también con el apoyo del gobierno y de las nuevas instituciones de fomento (Juntas de Comercio, Consulados, Compañías de Comercio). El sector exterior fue el principal beneficiado: aunque nuestra balanza comercial con Europa era negativa, ello se compensaba con el auge adquirido por el comercio colonial con América, abierto al fin a todos los puertos gracias a los Decretos de Libre Comercio. Se produjo, así, un notable incremento de los intercambios mercantiles, lo que generó grandes capitales que luego se invertían en la adquisición de tierras (Andalucía) o en la creación de industrias (Cataluña). El comercio interior creció poco por el penoso estado en que se hallaban las comunicaciones y por la escasa demanda de la población rural. Algunas mejoras se llevan a cabo con la ampliación de las vías de comunicación (se establece la disposición radial de los caminos reales, que parten de la Puerta del Sol de Madrid) y la supresión de muchas aduanas interiores.
e- La Hacienda: La reforma del sistema fiscal se hacía inevitable. Por una parte, había que simplificar el aparato recaudatorio, compuesto de innumerables impuestos. Por otra, había que incrementar la recaudación si se quería llevar a cabo todo el ambicioso plan de reformas del Estado. Proyectos de reforma fiscal hubo bastantes, pero al final acabaron por recaudarse los mismos impuestos de siempre, aunque simplificando su gestión y aumentando la eficacia en su cobro gracias a la distribución de más y mejores funcionarios, la potenciación de las funciones fiscales de los corregidores e intendentes y la actuación más decidida contra la corrupción. En Castilla, el proyecto de reforma más importante fue el de la Única Contribución, que pretendía resumir todos los impuestos en uno solo, pero no llegó a aplicarse por la escasa colaboración que prestaron los ayuntamientos y las resistencias de los poderosos, que temían perder definitivamente sus privilegios fiscales. En la Corona de Aragón sí se pudo llevar a cabo la pretendida reforma, puesto que la supresión de sus fueron dieron vía libre al Estado para hacer lo que quisiera. Se aplicaron aquí dos únicos impuestos: el real (gravaba los bienes inmuebles, y lo pagaban todos) y el personal (gravaba el trabajo según el salario y los días trabajados; aquí no pagaban, claro, quienes no daban golpe: el clero y la nobleza).
VIII.2.4. LA PROPIEDAD DE LA TIERRA EN EL ANTIGUO RÉGIMEN. LA REFORMA AGRARIA
La propiedad de la tierra estaba en las manos de siempre: la nobleza, el clero, los municipios, y también en la llamada burguesía agraria, es decir, nuevos adquirientes que habían invertido en la adquisición de propiedades el dinero obtenido en otras actividades. La mayor parte de las propiedades eran amortizadas o vinculadas, esto es, no podían venderse ni dividirse, aunque sí arrendarlas o imponer créditos sobre ellas. Estas tierras estaban generalmente mal cultivadas porque sus dueños sólo se preocupaban de obtener las rentas y poco hacían por mejorar los rendimientos. Las tierras de la nobleza eran los mayorazgos, que se transmitían de generación en generación; las de la iglesia procedían de donaciones y se conocían como la mano muerta; por su parte, los municipios eran los mayores propietarios del país: sus tierras podían ser de propios (las que se alquilan), comunes (las que se reparten entre los vecinos) y egidos (tierras improductivas o que no podían cultivarse: montes, dehesas, etc.).
Frente a ellos, que eran una minoría en términos cuantitativos, se situaba una mayoría de trabajadores que laboraban las tierras de los primeros en calidad de arrendatarios (quienes pagaban una renta por la cesión de una propiedad, que podía ser de por vida e incluso por varias generaciones, lo que se conocía como enfiteusis) o jornaleros (quienes cobraban por el trabajo). Sus condiciones de vida eran muy precarias, sobre todo las de los jornaleros, quienes sólo trabajaban una parte del año.
Buena parte de las propiedades no se cultivaban, sino que se dedicaban a pasto, puesto que la cabaña ganadera, sobre todo la ovina, era abundante. Además, la Mesta, la organización de ganaderos trashumantes, conservaba sus viejos privilegios que impedían, por ejemplo, que dichas tierras pudiera dedicarse al cultivo. Extremadura fue la provincia española más afectada, puesto que era el destino preferido de los trashumantes y sus mejores tierras, que podían haberse cultivado y abastecer a una población muy necesitada, estaban destinadas forzosamente a pasto.
El panorama, pues, era desolador: la agricultura no rendía lo suficiente por culpa del sistema de propiedad de la tierra, la producción apenas daba para cubrir las necesidades de una población creciente, los campesinos no eran propietarios de las tierras que trabajaban, muchas propiedades no podían cultivarse por estar destinadas a monte o a pasto y algunas provincias como Extremadura estaban, por culpa de todo ello, en la miseria. Se hacía necesaria una reforma agraria, y en ella se aplicaron políticos como Campomanes, Floridablanca, Jovellanos y el abogado extremeño Vicente Paíno y Hurtado, quienes participaron en la elaboración de una ley de reforma agraria entre cuyas disposiciones más importantes se hallaron las siguientes:
- 1- Nuevas leyes que limitaban la creación de mayorazgos.
- 2- Limitación a la acumulación de tierras por la Iglesia y desamortización de algunas sus propiedades (de las cofradías, hermandades y ermitas).
- 3- Reparto de las tierras incultas de los municipios entre quienes pudieran ponerlas en explotación.
- 4- Se recortan algunos privilegios de la Mesta, por lo que muchos terrenos dedicados a pasto pasaron a ser roturados para su aprovechamiento agrícola.
Estas medidas fueron muy tardías y tuvieron un alcance limitado, por lo que la situación del campo cambió poco y el problema lo heredaron los gobiernos liberales del siglo XIX.
VIII.3. LA POLÍTICA EXTERIOR.
VIII.3.1. Felipe V y el imperio español.
Felipe V intentó recuperar los territorios perdidos por la paz de Utrech, que habían reducido el antiguo Imperio a la Península Ibérica (excepto Portugal y Gibraltar) y a las Indias. Gracias al apoyo de Francia, con la que se firmaron los Pactos de Familia, se recuperaron los territorios italianos, designándose para su gobierno a los hijos del monarca español; también se contuvo a la imponente flota británica, que constituía una amenaza para las Indias.
VIII.3.2. LA POLÍTICA EXTERIOR CON FERNANDO VI Y CARLOS III
En tiempos de Fernando VI se mantuvo una política de neutralidad en el concierto internacional. Carlos III heredó el problema de salvaguardar las posesiones americanas de las ambiciones inglesas, por lo que se renovaron los Pactos de Familia con Francia. Ambos apoyarían a los Estados Unidos en su lucha por la independencia de Inglaterra. Durante este reinado se recuperó la isla de Menorca, pero se fracasó en Gibraltar.
VIII.3.3. ENTRE DOS SIGLOS: LA POLÍTICA EXTERIOR CON CARLOS IV
En tiempos de Carlos IV, la Revolución Francesa puso a España en una difícil disyuntiva: o se aliaba a Inglaterra en contra de los revolucionarios, o se apoyaba a Francia como siempre, aun a costa del peligro de importar la revolución a España. Tanto una opción como otra tendría un enemigo declarado: Francia en el primer caso e Inglaterra en el segundo. Las dos políticas se llevaron a cabo en diferentes momentos, y con resultados desastrosos: derrotas ante la Francia revolucionaria cuando se estableció la alianza con Inglaterra; derrotas estrepitosas ante Inglaterra cuando la alianza era con Francia (pérdida de la escuadra en Trafalgar); y el colmo de los desatinos: invasión napoleónica cuando Francia era todavía nuestro mejor aliado. La Guerra de la Independencia contra los gabachos (1808-1813) significó, en el aspecto positivo, el principio del fin del Antiguo Régimen y el inicio del régimen constitucional (Constitución de Cádiz de 1812).
VIII.4. La Ilustración
VIII.4.1. LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA: CARACTERÍSTICAS Y REPRESENTANTES MÁS SIGNIFICATIVOS
La regeneración de la monarquía requería también una profunda renovación de los hábitos culturales, de la actividad científica y del pensamiento. Fue una minoría de españoles (escritores, artistas, intelectuales, políticos) los que tomaron las riendas de la renovación cultural en la segunda mitad del siglo XVIII, utilizando dos armas fundamentales para combatir la decadencia española: la crítica y la razón. Se trataba de poner luces donde sólo había sombras, de ahí que se conozca a este siglo como el de la Ilustración. Los protagonistas son bien conocidos: Goya, Feijoo, Mayans, Ustáriz, Larruga, etc.
Aunque no conviene exagerar las innovaciones, al menos es evidente que, en comparación con épocas anteriores, se conoció un florecimiento de la Literatura, la Historia, la Filología, el Derecho, el pensamiento económico y las ciencias (sobre todo la Botánica y la Química). Estamos en la época de creación de las Academias, los jardines botánicos, los museos y de la aparición de los primeros periódicos.
La contribución del Estado a la expansión de las luces consistió sobre todo en la reforma de la enseñanza. La educación se ofrecía como instrumento para propiciar el cambio dentro del orden establecido. El panorama era desolador: las mejores escuelas estaban en manos de los jesuitas, y los métodos que se utilizaban en todos los centros eran anticuados. Realmente se hizo poco en relación con la primera enseñanza, de la que se ocupaban los ayuntamientos; para la segunda enseñanza se impulsó la creación de centros de estudios, pero todavía estamos muy lejos de una educación pública y universal. La reforma de las universidades y de los colegios mayores se basaba en un plan muy ambicioso, que no llegó a aplicarse en su totalidad por lo de siempre: el coste de su financiación. La enseñanza profesional fue desarrollada a partir de las Juntas de Comercio, los Consulados o las Sociedades Económicas, que organizaban estudios profesionales concretos: náutica, comercio, idiomas, taquigrafía, química, etc.
VIII.4.2. EL DESPOTISMO ILUSTRADO Y LA POLÍTICA DE REFORMAS
El siglo XVIII, como hemos visto, conoció diversos planes de reforma y de cambio. Desde el ámbito socioeconómico hemos asistido a la recuperación demográfica, a cierto crecimiento económico y al reformismo social, todo ello favorecido por un conjunto de leyes y normativas que pretendían recuperar el potencial español. Desde el punto de vista político asistimos a la instauración del llamado Despotismo Ilustrado, es decir, el gobierno de hombres instruidos y concienciados en la necesidad de cambiar para mejorar, pero que nunca renunciaron al absolutismo y al centralismo como sistemas de gobierno. Estaban convencidos de que trabajaban por la felicidad del pueblo adoptando cuantas medidas pudieran sacarlo de las tinieblas de la incultura y la superstición (de ahí lo de ilustrados), pero nunca se les ocurrió preguntarle su opinión (de ahí de lo despotismo). Su lema: todo para el pueblo, pero sin el pueblo. Destacaron, sobre todo, los ministros ilustrados de Carlos III y alguno de Carlos IV, aunque no siempre tuvieron la oportunidad de poner en práctica todas sus ideas reformistas: Floridablanca, Campomanes, Jovellanos, Cabarrús…
Los objetivos de los gobiernos ilustrados eran hacer más eficiente la administración central y local, impulsar desde el Estado el desarrollo económico, dinamizar la sociedad dentro de los límites del orden estamental, combatir el conservadurismo de los grupos tradicionales (la nobleza y el clero), adaptarse a los cambios antes de que éstos acabasen con el Antiguo Régimen y superar el atraso científico y cultural. El afán por reformar se cortó en seco con la Revolución Francesa, pues temían que los cambios que querían introducir podían animar al país a imitar el ejemplo francés, por lo que el reinado de Carlos IV fue más conservador que el de su padre.
Tengamos presente, sin embargo, que estamos hablando de cambios coyunturales, de reformas, y no de cambios estructurales o revoluciones. Los gobernantes no pretendían modificar las raíces del Antiguo Régimen (Monarquía Absolutista y sociedad estamental), sino modernizarlas para hacer un país más eficiente. Dicho de otra manera, suscribieron otro conocido lema: hagamos los cambios necesarios para que todo continúe igual. Habremos de esperar, pues, al siglo XIX, cuando casi toda Europa está metida de lleno en las Revoluciones Burguesas, para asistir a un cambio profundo de España.